Una parte sustancial del mundo que conocemos sería muy distinta sin ese momento fundacional de la Inteligencia Artificial que fue la conferencia de ciencias de la computación en el Dartmouth College (Estados Unidos) en 1956. Allí nació como disciplina científica un ámbito de conocimiento sobre el que se construyeron la robótica, la tecnología espacial, importante avances ópticos o los escáneres hoy imprescindibles en tanta aplicaciones. En el alumbramiento intervinieron John McCarthy, de la Universidad de Stanford; Allen Newell y Herbert Simon, ambos de Carnegie Mellon; y Marvin Minsky, quizá el más conocido de todos ellos. Minsky murió el domingo pasado a los 88 años en un hospital de Boston (EE UU) a causa de una hemorragia cerebral, según comunicó ayer el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde era profesor emérito.

Nacido en Nueva York en 1927, fue una auténtico visionario de la ciencia, lo que hizo que además de adentrarse en campos nuevos fuera reclamado por el cine. Asesoró a Stanley Kubrick en "2001: una odisea del espacio", el relato de la evolución de la inteligencia humana que guarda estrecha relación con su pretensión de crear máquinas que permitieran ensanchar nuestras capacidades naturales para el conocimiento. Todavía hoy, cuarenta años después, pese a su vertiginoso desarrollo e implantación, ningún ordenador está a la altura del HAL 9000, lo que Minsky atribuía a la escasa inversión en investigación teórica. También colaboró en una primera versión de la novela "Parque Jurásico", de Michael Crichton .

Minsky se incorporó al Departamento de Ciencia Informática e Ingeniería Eléctrica del MIT en 1958 y un años después fue uno de los fundadores del Laboratorio de Inteligencia Artificial. Toda su vida científica estuvo ligada al MIT.

La progresión en los problemas de la inteligencia lo llevó a fronteras próximas a la filosofía. "La sociedad de la mente", su libro de 1988, fue clave en el desarrollo de la inteligencia artificial. Su última publicación, "La máquina de las emociones", en la que analiza los procesos mentales, data de hace diez años . La posibilidad de desentrañar las formas en que opera nuestro raciocinio no significa que seamos esclavos de la lógica. Muy al contrario, Minsky reconoce que "la existencia de algo como el pensamiento puramente lógico y racional es un mito, ya que nuestras mentes siempre están bajo el influjo de nuestras suposiciones, nuestro valores y nuestras intenciones". Enlazando con la tendencia a reasignar un nuevo peso a las emociones en nuestra aparente capacidad de decisión racional, Minsky defiende que "los estados emocionales no son específicamente diferentes de los procesos que englobamos en la denominación 'pensamiento'; por el contrario, las emociones son unos modos de pensar que utilizamos para aumentar nuestros recursos... y esta variedad de modos de pensar debe ser una parte tan sustancial de los que llamamos 'inteligencia' que quizá deberíamos llamarla 'habilidad'". Es esa diversidad de formas de enfrentarse a los problemas lo que nos caracteriza como humanos y nos distingue de las máquinas.