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El calor amarga la miel

Los apicultores prevén una mala cosecha para este año y temen que el frío llegue cuando los árboles ya estén florecidos y las colmenas tengan crías

Apicultores de Gijón, ayer, abriendo la tapa de una de las colmenas. TANIA CASCUDO

En las colmenas asturianas no hay invierno, sino primavera. Las abejas trabajan a destajo, estimuladas por un calor que ha puesto patas arriba a la madre naturaleza. Algunas, las de la costa, no han tenido ni siquiera parón vacacional. Todo ello perjudicará de forma notable a la cosecha, según advierten los apicultores, que temen que el frío llegue cuando los árboles florezcan. El avellano y el sauce, que son las primeras especies que utilizan los insectos para producir polen, ya lo han hecho. Y otras, como el brezo, la escoba blanca y la zarza, están en ello. "Nunca habíamos visto cosa igual; las abejas llevan más de un mes de adelanto", asegura Andrea González, presidenta de la Asociación de Abeyeiros del Occidente de Asturias (Abeyoas). "Piensan que están en marzo", agrega Julio Fernández, de Boal.

La preocupación se dispara también entre los apicultores de Fuentes del Narcea. Su representante, Magdalena Ibáñez, explica que "cuando lleguen las heladas, toda la floración se perderá" y, en consecuencia, las abejas dejarán aparcada la faena. La de ahora, por su parte, va muy lenta por dos motivos: la flor no se ha desarrollado por completo y la colmena está en un estado de desarrollo temprano, por lo que no se dispone de suficiente población.

En este sentido, Alberto Uría, apicultor en Ibias, indica que el calor ha provocado que la abeja reina ya haya empezado a poner los primeros huevos. Si el invierno llega finalmente a Asturias, las crías morirán al no haber suficiente población para calentarlas y la colmena reducirá al mínimo su actividad, entrando en un estado de letargo o hibernación.

Este año ese periodo prácticamente no ha existido, sobre todo en la zona costera de la región. "Lo normal es que en esta época las abejas formen lo que se conoce como una piña, es decir, una pelota para darse calor y resistir a las heladas", comenta Uría, que opina que el parón es necesario para que la especie no se agote. En lugar de eso, los insectos andan libres por el campo. "Está todo patas arriba. La floración está lanzada y en consecuencia los bichos también, están construyendo paneles sin parar. Tengo colmenas desde hace treinta años y nunca vi una situación así", dice José Manuel Alonso, de la Asociación Gijonesa de Apicultura.

Por si fuera poco, las altas temperaturas activan a uno de sus enemigos directos: la varroa. Se trata de un parásito que sin frío no muere y necesita de la existencia de cría para desarrollar su ciclo biológico. Por ello, Magdalena Ibáñez afirma que "es posible que esta primavera tengamos las colmenas con un porcentaje de infestación superior al habitual". La ausencia de bajas temperaturas potencia a especies invasoras, como la avispa asiática, que, según Ibáñez, "ha tenido nidos activos incluso a primeros de año, cuando lo normal es que en noviembre queden vacíos". "Esto probablemente favorezca la rapidez en su expansión, colonizando áreas antes de lo previsto", concluye.

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