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la espuma de las horas

Lumumba, entre la realidad y la ficción

El líder nacionalista congolés es uno de los personajes sobre los que pivota la leyenda africana de Kapuscinski

Lumumba, a la derecha, tras ser detenido por Mobutu, en 1960.

El periodista Artur Domoslawski pensaba, y así lo escribió en un libro desmitificador, que su compatriota y colega Ryszard Kapuscinski había traspasado varias veces los límites entre la realidad y la ficción. Non-Fiction, publicado tres años después de la muerte del famoso reportero, exponía tantas pruebas sobre la suplantación literaria de los hechos y causó tanto revuelo que cualquiera de las reediciones de la obra de Kapuscinski en la actualidad incluye el ingrediente para el lector de discernir lo que es verdadero y lo que resulta producto de la imaginación desbordada. Las historias en las que fijarse son demasiadas y Kapuscinski nada en ellas como pez en el agua. A veces incluso bucea a inverosímiles profundidades. Pero es Kapuscinski y, dicho sea de paso, escribe bien.

Por ejemplo, ahora se publica una traducción al español de Estrellas Negras (Anagrama) con reportajes inéditos sobre el mito africano ya explotado con anterioridad en Ébano, uno de los libros más aclamados del periodista polaco. De la reciente publicación emergen como grandes protagonistas de la descolonización africana Kwame Nkrumah y Patrice Lumumba, dos personajes decisivos en los procesos de independencia de Ghana y el Congo, donde Kapuscinski vivió entre 1959 y 1961, como enviado del semanario del Partido Comunista "Polityka", la efervescencia del momento. Estrellas Negras es el fruto de los reportajes y perfiles publicados en los periódicos sobre los dos líderes nacionales africanos, unas impresiones que inicialmente iban a servir para escribir un libro sobre ellos pero que, finalmente, no pudo ser al recibir su autor el encargo de volver a África para abrir una oficina de la agencia polaca de noticias en Dar es-Salaam. La versión más extendida es que Kapuscinski jamás llegó a mantener un encuentro con Lumumba, el personaje de su libro. Entre otros motivos, porque cuando pisó por primera vez el Congo al ex primer ministro nacionalista lo habían asesinado (17 de enero de 1961) un mes antes. Ni lo conoció ni asistió a ninguna de las numerosas ruedas de prensa que convocaba. Lo que hizo, un tiempo después, fue seguir sus pasos por los bares donde reclutaba adeptos y hablar con algunos de los que sí le vieron.

El "yo estaba allí entonces", que Domoslawski sitúa en el primer plano del gran periodismo imaginativo que practicaba Kapuscinski significaba que había viajado al lugar pero no exactamente en el momento en que relataba los hechos como si hubiera sido testigo privilegiado de ellos.

Ocurrió en el Congo, pero también en Chile durante el golpe de Estado de Pinochet y en muchas otras ocasiones. Al final, es probable que el periodista llegase a creerse la amistad con Lumumba que suministra gran parte de la leyenda africana vertida en sus reportajes. Desde luego, en los textos publicados no hay rastro de que se entrevistase con él, aunque en todos ellos se deslice un conocimiento del terreno. Kapuscinski, como dice su biógrafo polémico, no entraba en detalles ni completaba el relato, presumiblemente para no sentirse acorralado por la verdad. Deslizaba el mito y dejaba a sus lectores completar el relato. Igual que tantos escritores que abundaron en el realismo mágico.

Su escalofriante relato de Ébano del pez enorme de Kampala, cebado y graso que los pescadores descargaron sobre la mesa, ante la estupefacción de la gente, alimentó la fábula sobre los cadáveres que los sicarios de Idi Amín arrojaban al lago Victoria, que supuestamente no albergaba ese tipo de especies. Sin embargo, carecía de la explicación de que los ingleses lo habían repoblado en 1950 de carpas procedentes del Nilo que se convirtieron en depredadoras de otros peces adquiriendo dimensiones gigantescas.

Kapuscinski supo dominar magistralmente esa percepción de lo mágico que encierra África, embargada por los tics autoritarios surrealistas que convierten sus paisajes en tenebrosamente reales. Un chiste político de los años noventa, citado precisamente en el epílogo de Estrellas Negras, revela cierto truco de los dictadores consistente en jugar a su favor la batalla de las infraestructuras. Habyarimana, presidente de Ruanda entre 1973 y 1994, presa del pánico, llama a su amigo Mobutu. "Joseph, ¿qué debo hacer? Las tropas tutsis avanzan hacia Kigali (la capital)". "¿Por dónde vienen?", pregunta Mobutu. "Por la carretera", contesta Habyarimana. "Idiota, ya te dije que no arreglaras las carreteras", replica el dictador del nuevo Zaire.

Naturalmente, Mobutu descuidó por completo las comunicaciones viales en los treinta años que gobernó el Congo con guante férreo. El avión era el único medio de transporte fiable para llegar a Kinshasa, situada en un extremo del país, y él mismo se encargaba de controlar los aeropuertos. Cualquier intento de revuelta se detectaba enseguida y era neutralizado con la ayuda de paracaidistas extranjeros.

Son estas cosas por las que entendemos a Kapuscinski, un irrepetible reportero dotado para la literatura que, valiéndose de la ficción, ha ayudado a interpretar la realidad. Aunque a simple vista suene contradictorio.

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