Los componentes de "Celtas Cortos" iban dando paso a la orquesta, que ya fue un espectáculo en sí, hasta hacer su entrada, presentado por Jesús Cifuentes, el maestro Óliver Díaz ("Asturiano del mes" de LA NUEVA ESPAÑA), que adquiriría un alto protagonismo por su compromiso ante la sesión. Poco antes ya habían despertado las primeras pasiones los componentes del grupo en solitario, con un reparto de títulos como "Suelto el lastre", "Sigue caminando" y el gesto a sus admirados "Waterboys" con el guiño del "Blues del pescador".

Pero sí, todo se multiplicó con la entrada de la OSPA: "Pocos metemos ruido, pero todos juntos soplando somos un huracán", dijo "Cifu", quien al final afirmó con satisfacción "nosotros queremos ser asturianos".

La rapidez con que asumieron el espectáculo los músicos de la OSPA y el encaje en cada una de las canciones, unido a los mimbres de un grupo con todo muy cuidado, muy bregados tras treinta años en la escena y con un bello repertorio, dieron como resultado una combinación de brillantez, profundo mensaje y diversión. Con canciones deslumbrantes y comprometidas como "El emigrante". En realidad el activismo social y político de "Celtas Cortos" es una constante. Desfilaron piezas tan geniales como de denuncia, léase "Se lo llevaron todo" (los políticos) o "Skaparate nacional" a ritmo ska con final en un contundente "olé". Canciones tan maravillosamente sensibles como "Lluvia en soledad". O la exhibición instrumental en "Macedonia tradicional". Todo un serial de piezas que el público iba apoyando con palmas. Hasta llegar a los momentos de diversión total con "Fiesta" y los bises ("Cuéntame un cuento", "20 de abril", "Tranquilo majete"), que fue la apoteosis.

Todo ello, de principio a fin, con un ensamble perfecto entre OSPA y "Celtas Cortos", con un "Cifu" que hizo referencias constantes a la emoción del momento, de la carrera del grupo, de su compromiso y que conserva la voz como hace 30 años.

Y en la tarima Óliver Díaz dirigiendo a la OSPA. El maestro estuvo integrado totalmente en el papel, disfrutaba del ritmo, se le iban los pies amagando pequeños saltos ska y dirigía con maestría a una orquesta que hizo disfrutar al público. El compromiso del maestro y la OSPA fue total. Así pues tras despertar grandes sensaciones en el oído de la gente con canciones como "Hora de aventuras", "El peor sueño" o "Madera de colleja"; tras sumar todo lo citado líneas atrás y tras dejar grandes detalles instrumentales en cada momento, se asistió a un acople envidiable de la música popular con una sinfónica. Al final, el grupo se puso de rodillas delante de la orquesta, con el maestro mostrando también su agradecimiento. El concierto merece alguna repetición más.