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Veto a Gerardo Diego por un texto asturiano

Los defensores de la memoria histórica pretenden retirar la calle al poeta en Madrid por un artículo de 1938 en LA NUEVA ESPAÑA

Reproducción del artículo de Gerardo Diego en este periódico en mayo de 1938. lne

Entre tuiteros incontrolados, titiriteros golfos, Reyes Magos en camisón y fundamentalistas de la memoria histórica, Manuela Carmena, alcaldesa de la villa de Madrid, vive en un sin vivir en ella, como Santa Teresa.

La santa de Ávila tiene calle en la capital, pero que se ande con cuidado. Carmena calificó de "disparate" buena parte del informe que el Ayuntamiento del cambio encargó a la Cátedra de la Memoria Histórica, de la Complutense, para cribar las referencias franquistas en el callejero madrileño. Las hay a cientos, pero los autores del trabajo, que se enmarca en el plan de la Memoria Histórica, fueron más allá de lo razonable y ponen en el punto de mira a personalidades como Dalí, Concha Espina, Eugenio d'Ors, Josep Pla, Álvaro Cunqueiro, Miguel Mihura y Manuel Machado, entre otros.

Y un poeta universal que tiene mucho que ver con Asturias: Gerardo Diego, quien fue catedrático de Literatura en el Instituto Jovellanos de Gijón desde 1922 a 1930. Las conexiones con el franquismo de muchos de los grandes talentos incluidos en el trabajo "La pervivencia del franquismo en el callejero madrileño", cuyo autor es Antonio Ortiz Mateos, miembro de la Cátedra de Memoria Histórica, resultan chocantes. En el caso de Gerardo Diego, premio "Cervantes" en 1979, Premio Nacional de Literatura y figura clave en la Generación del 27, el "pecado" roza el esperpento: haber publicado artículos en el diario LA NUEVA ESPAÑA.

El informe recoge precisamente uno de ellos. El 24 de mayo de 1938 el autor de "Manual de espumas" publica, en efecto, un comentario que titula "Soldados de España". Firma como Gerardo de Diego y es una loa a los combatientes del bando nacional. El estudio señala que LA NUEVA ESPAÑA era por entonces "un periódico de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS".

Nunca ocultó el cántabro Gerardo Diego sus simpatías iniciales por el régimen. Siempre fue un hombre de orden. La Guerra Civil le sorprendió en Francia, de vacaciones. Tenía 40 años, llevaba dos casado y tenía plaza en un instituto de Santander. Terminada la sangría toma posesión de la cátedra en un instituto madrileño y allí permanece hasta su jubilación.

El exotismo de algunas de las razones esgrimidas para tachar de franquistas a personajes del callejero madrileño genera a la vez ironía e inquietud. A Dalí se le acusa de ser recibido por Franco en el Pardo. Del músico Joaquín Turina se dice que su impulso en favor del folclore español fue aprovechado por la Sección Femenina y el Frente de Juventudes. Eugenio d'Ors colaboró en la reorganización de las instituciones culturales tras la guerra y, encima, sus tres hijos combatieron en el bando nacional.

Alfonso Paso "fue colaborador", entre otras publicaciones, de las revistas "Semana" y "Diez Minutos", y a Miguel Mihura se le relaciona con "La Codorniz", "revista plagada de escritores y dibujantes falangistas".

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