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Escapada

El tiempo no pasa por Veli Losinj

El antiguo Lussingrande de los Habsburgo y después de Italia es de las pocas islas croatas ajenas al bullicio que se apodera del Adriático

más de un siglo. Arriba, una pintura del puerto de Veli a principios del siglo XX, con la iglesia de San Antonio a la izquierda y, al fondo, tras los edificios, la torre medieval. Sobre estas líneas, Veli, el pasado verano. M. RIERA

Veli Losinj es todo lo contrario a lo que indica su nombre, Gran Losinj, si se traduce del croata. Es un pueblo pequeño, tranquilo, guapo y acogedor, al que escaparse a disfrutar del paraíso adriático sin tener que sufrir la masificación turística. Hubo un tiempo en que era el enclave más grande y próspero de la recoleta y alargada isla de Lussino, italiana hasta la Segunda Guerra Mundial tras la que se integró en Yugoeslavia, y territorio del Imperio Austro húngaro hasta la Primera. La aristocracia imperial se solazaba entre sus bosques de pinos y atractivas calas, atraída por las propiedades curativas que, decían los médicos, proporcionaba su clima y cuya fama se mantiene hoy en día.

En pie siguen muchas de las villas y casas de veraneo que construyeron los ricos ciudadanos del imperio, que tuvo en el archiduque Carl Stephan -padre de Wilhelm, conocido como el "príncipe rojo", nacido en Lussino-, uno de sus embajadores más destacados en la isla.

Hubo un momento a mediados del siglo XX en que Lussingrande dejó de crecer y se quedó convertido en un humilde pueblo de pescadores mientras su vecino Lussinpiccolo (Mali Losinj en la actualidad) se hizo grande y atrajo todo el tráfico comercial de la zona que empujó la construcción de su gran puerto.

El de Veli fue una suerte de estancamiento para los viajeros que hoy en día buscan rincones auténticos. Éste lo es: los cuadros del puerto de principios de siglo poco distan de las fotos de la actualidad. Uno de los motivos por los que conserva su autenticidad en medio de un Adriático plagado de cruceros es la relativa dificultad para llegar. Hay que tomar un ferry desde la península croata de Istria en Brestova, y en poco más de media hora se atraca en Porozina, en la isla de Cres. Indispensable el coche, claro está, para seguir la ruta y atravesar hacia el sur la citada Cres y pasar, esta vez por un puente de unos 100 metros, a Losinj. Desde que se deja el ferry hasta que se llega a Veli puede pasar, según el tráfico, una hora y media. Un recorrido que se alarga en caso de pararse en alguno de los sugerentes miradores al mar que aparecen por el camino. Se dejan atrás muchos pueblos, todos con su característico campanario de la iglesia de estilo italiano. Cres y Mali son los principales, éste último, el más poblado y animado de todos, es también el más masificado.

Veli ofrece multitud de alojamientos, hoteles modernos y tranquilos que se ocultan entre naranjos, pinos y limoneros a pocos metros de un litoral de roca, pero sobre todo abundan los apartamentos y casitas para alquilar. A 15 minutos de caminata está Rovenska, más pequeño y auténtico aún. Ambos enclaves suman poco más de una docena de tabernas, todas con sus terrazas. Más allá de Rovenska, por un camino de tierra paralelo al mar, queda el paraíso: calas ocultas y rincones donde pasar un día de playa con la única compañía de las cigarras. Otra opción es disfrutar del sorprendente y en parte decadente club de playa de Veli. No hay que perdérselo.

Y algo más: los precios no son tan bajos como los que había en tiempos de la extinta Yugoeslavia, pero casi.

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