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La Vida Buena

Un contundente puchero portugués

De una piedra nació, según la leyenda, uno de los pucheros más contundentes de la cocina del país vecino: su certificado de origen está en Ribatejo

Un contundente puchero portugués

Ribatejo se encuentra situada en el centro de Portugal, entre Estremadura lusa, al oeste y al sur, Beira Litoral, al norte, Beira Baixa, al nordeste y Alentejo, al sur. Desde ella se ponen ya los pies en Lisboa. Se trata de una región agrícola y ganadera (toros de lidia y caballos). Más fértil que otras, produce maíz, trigo, remolacha y tomate, sin olvidarse de los vinos. Y de las piedras para las sopas, como acostumbraba a bromear un conocido mío de Santarem con fama de marialva, palabra que en portugués ha definido durante siglos a los miembros de cierta casta rural ocupada en los toros, la vida ociosa y disoluta. A mucha honra, diría mi conocido.

Turísticas, aunque muy lejos de resultar incómodas, las poblaciones de Ribatejo abrigan monumentos que guardan pedazos importantes de la historia del país. Por ejemplo, el santuario de Fátima, con su basílica neobarroca del siglo XX y una inmensa explanada, la más grande después de San Pedro, en Roma, que atrae a millares de peregrinos cada año. Tomar, construida en el siglo XII, merece una visita por la belleza del Convento del Cristo y sus magníficos claustros. Santarém, la capital, también conserva su legado, como la Iglesia de Graça, del siglo XIV, con la lápida de Pedro Álvares Cabral. La subregión de Lezíria ofrece verdes paisajes, de viñedos y campos agrícolas. Allí se halla Almeirim, devota de sus forcados. Y también allí, entre campinos, los cavaleiros ribatejanos encargados de conducir el ganado, probé por primera vez la sopa da pedra.

Nos sentamos poco menos de una docena de amigos y conocidos en la mesa de banco corrido de un restaurante familiar. La sopa da pedra muestra cómo el hambre agudiza el ingenio. Hay más de una versión, ésta entre ellas: un fraile viajero llega a una aldea, donde no le quieren dar de comer, con una olla vacía y la pone a hervir con agua y una piedra. Le preguntan qué hace y responde que una deliciosa sopa de piedra aunque sin condimento para reforzar su sabor. Los lugareños, uno tras otro, van depositando ingredientes en el caldero a cambio de probarla cuando esté lista.

Zeca, el marialva, me contó los detalles que no conocía y que rodean a la historia de este plato surgido de la sabiduría popular. Y supe que a la leyenda del fraile que acabó pegándose un festín se le pueden incorporar tantos ingredientes como al mismísimo caldinho. Aquel día, hubo inmersiones en la sopa para pescar la piedra, como sucede con la búsqueda de la sorpresa en el roscón de Reyes. En todas las ollas había piedras del tamaño de aceitunas gordal. Incluso el cocinero se permitió el lujo de filosofar sobre la tradicional sopa y, también, bromear sobre las distintas calidades de las piedras que acompañan al guiso.

La sopa da pedra es un plato fuerte de la cocina tradicional del interior de Portugal. Por sí solo justifica una comida, incluso también la cena. Le pasa como al bortsch ucraniano o a las sopas centroeuropeas. Más sólida que una minestrone, porque en vez de pasta lleva alubias rojas (feijão encarnado), oreja y cabeza de cerdo, panceta, carne de vaca y costillas de marrano, morcilla, chorizo y hasta farinheira, un embutido típico portugués que se elabora como su propio nombre indica con harina. La sopita de marras se completa con lombarda, patatas, zanahorias, cebollas y ajo. Como ven, una piedra también puede dar bastante de sí.

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