Es uno de los grandes escultores españoles de las últimas décadas. La originalidad y el despojamiento retórico de sus piezas, que son al cabo una lograda ecuación cinética entre las sutiles relaciones de fuerza de los volúmenes y el espacio, así lo indican. Sigue fiel a su fertilidad creativa, a cierta timidez en el trato personal y al taller de La Caridad, la villa del Occidente asturiano en la que nació en 1945. Llevaba tiempo sin exponer en su tierra. De ahí el interés que suscitó ayer la inauguración en la galería Aurora Vigil-Escalera, en Gijón, de una monográfica en la que el artista expone trece obras (además de grabados y dibujos) realizadas a lo largo de los últimos dos años. Al reconocible estilo de un autor inconfundible, se unen en esta muestra muy interesantes novedades.

"Siempre me han gustado los retos, el riesgo y la experimentación", aseguró Herminio poco antes de inaugurar su muestra en un acto en el que también participaron Rubén Suárez, crítico de arte de LA NUEVA ESPAÑA, y César Ripoll, quien ha escrito unas muy atinadas líneas sobre esta esperada monográfica: "Sus piezas adquieren unos resultados plásticos tan sorprendentes, que su actuación se asemeja a la de un geómetra aplicando conceptos constructivistas y minimalistas".

Herminio, de quien aún se recuerda la extraordinaria exposición que hizo en el Centro Niemeyer, en Avilés, en 2012, ofrece en esta otra salida gijonesa sus últimas investigaciones en la línea que obsesivamente le ha venido interesando y de la que ha hecho el principal eje de su obra escultórica: los equilibrios, las tensiones y los "campos magnéticos" que tanto interesaron, desde la trinchera literaria, a André Breton y Philippe Soupault. En el escultor asturiano, a diferencia de lo que sucedía con los dos escritores que iniciaron la revolución surrealista, la belleza detonante de la unión automática de las palabras es sustituida por el cálculo de un geómetra en el que convivieran el matemático y el poeta.

"Un mundo loco pero apasionante", en palabras del escultor que ha preparado esta monográfica ateniéndose al espacio de la sala de Vigil-Escalera. "La verdad es que he disfrutado mucho", señaló. Hay aquí piezas que aportan un paso más en esa investigación que Herminio cultiva como una condición de su tarea estética: "Sí, está la intención de romper la simetría, los paralelismos y de generar más movimiento visual; la inquietud última de mi obra es ese juego con el movimiento".

El caso de Herminio, que acada de cosechar un importante éxito en las últimas ediciones de la feria Arco y en Art Madrid, es sorprendente. Fue un niño que "quería dibujar y pintar" pero al que no dieron esa oportunidad. La inquietud artística le ha acompañado siempre, pero sólo se inició en la escultura a partir de los 45 años, en el taller de Humberto y por consejo del fallecido crítico Jesús Villa Pastur. Esa actitud vital, además de la manipulación de materiales que aprendió en la fragua de su tío, en La Caridad, fueron la academia de este creador singular que ha logrado desde la más extrema periferia mantener un diálogo vivo con la más exigente vanguardia. "Soy un investigador" insiste. Su laboratorio está en la relación del espacio, el tiempo, la gravedad: "Los físicos saben los riesgos que asumo".

Esta muestra monográfica se completa con cinco grabados e igual número de dibujos que ayudan a completar la imagen del Herminio escultor. No es frecuente que el artista exponga estas otras obras suyas, pese a que ha hecho grabado con un tórculo casero y sus dibujos de factura surrealista se presentan como un gozoso reencuentro con aquel niño que deseaba dibujar ("era lo que yo quería"), pero al que las circunstancias alejaban de los lápices de colores:"Es algo que me faltó de chiquillo".