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Vuelve Po

Kung Fu Panda fue desde su origen una serie que descartaba ambiciones de ocupar un lugar en la cumbre del cine de animación y se conformaba, que no es poco, con uno o dos peldaños más abajo: propuestas simpáticas, moderadamente originales y técnicamente eficaces pero sin aportar novedades dignas de mención, con una mezcla de humor y acción barnizada con algo de filosofía oriental de andar por casa. Tanto la primera como la segunda parte cumplieron con creces sus expectativas (aunque fuera la secuela la que más brillantez plástica conseguía) y en la tercera entrega los responsables del guiso no se complican la vida y entregan lo que se espera con ingredientes muy parecidos, por no decir iguales en muchos casos. Hay en algunas pinceladas un cierto intento por acceder a variantes plásticas más arriesgadas pero con mucha prudencia, no vaya a morirse la gallina de los huevos de oro. El caso es que la función consigue sus propósitos de divertir a los más pequeños con sus fuegos artificiales coloristas y juguetones, con su malvado poco temible y sus héroes agridulces, y los más grandes pasarán el rato sin mayores agobios.

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