Cuando el coche fúnebre abandonaba, al término del funeral, la iglesia de San Juan Bautista del barrio ovetense de La Corredoria, la gente irrumpió en una larga y sentida ovación a Alejandro Espina. Era el último adiós al músico fallecido el pasado sábado de manera repentina. Un trágico y duro golpe para su mujer, Irene Riesgo; para su hija; su padre, Espina, "ex Cuélebre", y para toda su familia; también para amigos, que tenía multitud, y para la gente vinculada a la música asturiana. Allí estaba todo el mundo y de todos los "palos": rockeros, folkis, del pop, del jazz, técnicos... Todos sin excepción, encabezados por Jorge Martínez, el líder de "Ilegales", grupo del que era bajista Espina, y sus compañeros de su otra banda, "The Electric Buffalo". Valgan esos nombres para representar a los numerosos colegas que acompañaban a la familia y amigos cercanos en el adiós a una "persona irrepetible". Ésa fue la expresión común para definir a Alejandro Blanco García, Alejandro Espina, como ser humano, como músico, como gran compañero de viaje.

El sacerdote afirmó al inicio de la homilía que anteayer había estado pensando qué decir: "Encontrar unas palabras para su familia, las personas más cercanas que están llorando. Encontrar algo que decir cuando la muerte llama de una forma tan sorprendente e injusta. No hay nada que decir", aseguró el celebrante. Y añadió: "Y preguntarse ¿por qué?, no hay respuesta; la muerte es injusta siempre. Lo único, que el dolor no se convierta en desesperación". Un consuelo es que "¿cuántos recuerdos no habrá hoy aquí en esta iglesia de La Corredoria? Todavía hay futuro porque todo lo que Alejandro compartió no queda en el olvido", argumentó.

Y mientras pronunciaba estas palabras que buscaban el alivio, la emoción se desbordaba en el templo, entre el llanto interno o a lágrima viva, y sobre las notas del órgano tocado por Jorge Méndez. Dolor que prosiguió en la calle, cuando todos revisaban anécdotas, conciertos, viajes, momentos vividos "con Alejandro", que, relataban unos y otros, siempre estaba ahí para todo el mundo. Ya fuera para tocar con sus grupos, ya fuera para hacer de técnico, ya fuera para charlar. Y es que, como dijo el sacerdote, en "esta iglesia llena cada uno tiene un corazón agradecido por Alejandro".