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JUAN PEDRO APARICIO | Escritor | XXII Premio Internacional de Ensayo "Jovellanos"

"En mi ensayo veo qué ha pasado para que a los españoles nos sea tan difícil aceptarnos"

"La alternativa para superar ese desamor a España es una educación equilibrada y menos adoctrinamiento, lo que no hay"

Juan Pedro Aparicio, en su última visita a Gijón. MARCOS LEÓN

El escritor leonés Juan Pedro Aparicio (1941) obtuvo ayer el premio internacional de ensayo "Jovellanos" por su obra "Cuchillos cachicuernos contra puñales dorados: ensayo sobre nuestro desamor a España", donde traza algunas interesantes hipótesis sobre el pertinaz desafecto de muchos españoles por su país. Veterano autor vinculado a la escuela leonesa de narrativa (Luis Mateo Díez o José María Merino) fue premio "Nadal" en 1988 por "Retratos de ambigú" y ha firmado novelas y colecciones de relatos como "El año del francés" o "El origen del mono". Un libro suyo, "El Transcantábrico", inspiró la creación del tren turístico homónimo. Dedicó precisamente su última novela, "Nuestros hijos volarán con el siglo", a la figura de Jovellanos.

-¿Qué le decidió a escribir este ensayo?

-Una preocupación que me viene desde que tengo uso de razón. Tiene que ver con este estado de ánimo que tenemos los españoles respecto a nuestro país. A la mayoría, la verdad, nos produce una cierta incomodidad. Las relaciones entre nosotros mismos no están marcadas por lo que debería ser una regla de objetividad y de serenidad. Todo eso ha sido el acicate para juntar ese tipo de reflexiones y buscarles fundamentos, autoridades.

-¿El desamor a su país es una característica de los españoles?

-Sí, y pienso que bastante acentuada. Cuando viajo por otros países, no es algo que vea, aunque puedan existir críticas de que esta cosa o la otra se están haciendo mal. Lo que no veo es esta actitud nuestra, que se transforma, además, en un exceso de papanatismo: lo de fuera es siempre bueno. Tardamos mucho en aceptar a nuestros grandes hombres. Ahora bien, si están señalados fuera por su excepcionalidad, aquí los reconocemos hasta bobaliconamente. Todo eso es muy español y en el ensayo trato de averiguar el porqué.

-¿Qué ha fallado en nuestra constitución como país para que se haya extendido ese desafecto?

-Viene de la historia, de muy atrás. Y ahí es donde pongo mi pequeña lupa. Los grandes maestros de la historiografía española o el propio Ortega, el gran filósofo, todos veían en la Edad Media el origen de este ser como somos, es decir, el secreto de España. Y también Julio Caro Baroja, persona tranquila, serena, mucho menos apasionado en sus juicios. Lo que hago en este ensayo es ir a la búsqueda de ese secreto, un poco como un Sherlock Holmes a la busca de ese secreto de España. Ver qué ha pasado para que sea tan difícil aceptarnos a nosotros mismos con naturalidad.

-Parece que usted, en su ensayo, rastrea el origen de ese desamor a partir del rol político que juega Castilla al sustituir al Reino de León...

-Hay un cambio de política, en efecto. Para mí, es un punto clave. León es el reino importante, con una política determinada que basa en el respeto a la pluralidad e, incluso, a la variedad religiosa. Todo esto con matices, porque nada es blanco y negro. Ahí surge un poder emergente, un tanto artificioso, creado en defensa o en ayuda, sobre todo, del papado, que es quien aúpa de manera decisiva a Castilla. No hay que olvidar que es el momento de las cruzadas, una empresa fundamentalmente francesa que representa el integrismo mental y religioso. Creemos que nuestra Reconquista es un fenómeno de nuestra propia casa, sin relación con el contexto internacional. No es así. Y en ese contexto, Castilla jugó un papel decisivo para desviar la política hispana hacia esos modos de ver la vida que tenían los francos.

-¿Los problemas suscitados por los actuales nacionalismos hispanos se inscriben en esa problemática histórica?

-Todo tiene que ver, claro. He acuñado un término, un neologismo, para describir lo que ha pasado históricamente. Y es que nosotros, en realidad, no vivimos en España, vivimos en "Castiespaña"; es decir, España es una realidad que si le quitas a Castilla, parece que desapareciera. Y no, España es mucho más que esta "Castiespaña" que nos han pretendido legar.

-¿Hay un agotamiento de la fórmula constitucional que los españoles se dieron en 1978?

-No llevo mi libro por ahí. Ahora bien, por experiencia generacional veo que la Transición sigue siendo un modelo muy inteligente de convivencia y de relación entre las personas. Y es algo que no siempre ha prevalecido entre nosotros. Es un modelo que no se puede considerar periclitado, ni mucho menos. Yo no estoy en la línea de abandonar ese modelo.

-Ha analizado el origen, la génesis de ese desafecto de muchos españoles por su país. ¿Qué alternativas ve para superar ese desamor?

-Hay ya otros autores que han hablado de algunas fórmulas. Por ejemplo: una educación equilibrada, algo que aquí en España no hay; necesitamos menos adoctrinamiento. Es un poco lo que pretendía Jovellanos, que fue el gran hombre de hace doscientos años y que sigue siéndolo. Muchas de sus análisis están aún vigentes.

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