Brahms habría aplaudido a rabiar de haber oído cómo interpretó ayer su concierto para violín la kazaja Alena Baeva con la OSPA, magníficamente dirigida por el maestro ovetense Pablo González. La ovación estalló en el Auditorio de Oviedo con muchísima fuerza al final y se prolongó durante tres minutos y ocho segundos.

El allegro inicial, en forma sonata, es impresionante. El maestro González lo introdujo muy lento, solemne, excelente. Y el Stradivarius de Baeva luchó con la orquesta -la OSPA sabiamente se dejó vencer-, así que el violín brilló sobre manera. Una interpretación sincera de la solista, como había anunciado el día anterior el maestro, y al tiempo con una voz personal desde el primer tema, lírico, al segundo, más pasional. La cadencia, impresionante. En el segundo tiempo Alena Baeva cantó con belleza sobre la idea presentada por el oboe a cargo de Juan Ferriol, muy bien. Y se desató el tercer movimiento, heroico y rudo, con las trazas de un rondó que llevó al público al delirio.

La velada había empezado con la obertura de la ópera "Hansel y Gretel", de Humperdinck, que el maestro González ofreció con gran calidad. Tras el descanso, la sinfonía número 2 de Nielsen, descriptiva según los temperamentos apuntados en la propia partitura. La OSPA de la mano de Pablo González ofreció una gran versión.