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Esplendor sevillano en Las Dueñas

La casa-palacio que amó Cayetana de Alba, donde nació Antonio Machado y pasó temporadas Eugenia de Montijo, abre al público convertida en museo de la duquesa

Esplendor sevillano en Las Dueñas

La vieja silla de montar de Eugenia de Montijo, protegida en una vitrina de las caballerizas de la casa-palacio de Las Dueñas -en Sevilla palacios como tales sólo hay dos, el de San Telmo y el Arzobispal-, simboliza el glamour de un mundo que acabó con la muerte de Cayetana de Alba, el 20 de marzo de 2014, en esa misma morada que la enamoró de niña. El espíritu de la duquesa pervive en todos los rincones y cualquiera puede pisar y ver los patios y salones en los que transcurrieron episodios más o menos frívolos de la historia de España.

Emociona recorrer la residencia más querida de Cayetana tras su apertura al público, el pasado 17 de marzo, y comprobar in situ que el cenador, rincón favorito de la emperatriz de los franceses cuando visitaba el lugar, continúa intacto. Todo habla de los tiempos en los que la casa hospedaba a Grace de Mónaco, Jacqueline Kennedy -que dejó una acuarela como recuerdo de su visita-, Victoria Eugenia, Alfonso XIII -padrinos de Cayetana-, músicos, pintores, toreros y bailaores como Enrique el Cojo, que enseñó flamenco a la duquesa de Alba de Tormes.

Ella, hija predilecta de Andalucía, a pesar de los jornaleros de sus vastos latifundios, taconeaba en el tablao que hoy contemplan las visitas, incrédulas ante la riqueza que destilan las salas y el encanto renacentista y mudéjar de una residencia, en realidad, unión de varias casas, propiedad de los Alba desde 1612, tras el matrimonio de la V marquesa de Villanueva del Río con el IV Duque de Alba. "De Cayetana queda todo en Las Dueñas", explica Teodoro Falcón, catedrático emérito de la Universidad de Sevilla, historiador del arte y autor de estudios sobre la arquitectura sevillana del Renacimiento.

Tiene razón. Entre muebles barrocos se atisban almohadones de telas orientales, muy del gusto ecléctico de la duquesa, que un buen día cambió a Balenciaga por la moda ibicenca. En realidad, el edificio, del que sólo se muestran la planta baja y los patios y jardines, se ha convertido en una casa museo, con sus colecciones de carteles de las ferias de abril, banderas dedicadas de las peñas del Betis de sus amores y un traje de gitana blanco y verde, colores de la bandera andaluza. No ha habido selección de piezas. Simplemente se ha establecido un circuito por la planta baja. Todo está como ella lo dejó. Así lo ha querido Carlos Fitz James-Stuart, XIX Duque de Alba y jefe de la Casa, que prometió abrir la vivienda al pueblo. Cumplió su palabra, aunque, eso sí, animado por la ley de Patrimonio que obliga a los edificios declarados bien de interés cultural a facilitar su visita. Los acuerdos de su madre con la Junta de Andalucía permitieron mantener la residencia cerrada mientras vivió. Como compensación la duquesa prestaba obras de arte para exposiciones.

Ese conjunto de casas mudéjares "revestidas de ropaje renacentista", que, en palabras de Falcón, es hoy Las Dueñas, esconde más de lo que enseña, y eso que muestra mucho. "El patrimonio artístico es más importante en la planta alta, que no se visita, y lo mejor se ha llevado siempre al palacio de Liria", añade el historiador.

Aun así, a veces la vista se pierde entre objetos: un antiguo brasero de plata, libros, mobiliario y vegetación. Y es que todo visitante busca de inmediato el patio del Limonero, el de los juegos infantiles de Antonio Machado, plasmado en los versos publicados en "Campos de Castilla". Machado nació allí. En el siglo XIX los duques vivían en Madrid y parte de las dependencias de Las Dueñas se alquilaron para viviendas y talleres de artistas. Leyendas aparte, se desconoce en qué lugar de la hacienda se crió Machado. Falcón sospecha que la morada del administrador -el padre del poeta- estaba cerca de las caballerizas.

El inmueble fue ampliándose desde el siglo XV hasta el XVII. Por el camino se perdieron reliquias como los mosaicos originales del patio principal, de los que se conserva un testimonio, como explica Ricardo Gascón, gerente de la visita cultural al inmueble.

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