A la chilena Paz Errázuriz (Santiago, 1944), una de las fotógrafas sudamericanas de mayor impacto internacional, le gusta mirar allí donde no suele hacerlo casi nadie: circos ambulantes sin ninguna fama, prostíbulos infames al lado de carreteras perdidas, las aceras donde duermen los que ya no tienen otra cosa que hacer, púgiles de la derrota en gimnasios de paredes con lepra, manicomios y cuartos en los que los travestis se travisten, ciegos y ancianos desnudos.

Es el suyo un humanismo de la humanidad que rara vez sale en las revistas ilustradas y en los periódicos al pie de la actualidad. Ejerce con una paciencia y curiosidad insólitas el ejercicio de la "micropolítica de la imagen", tal y como asegura, con exacta expresión, el comisario de la gran retrospectiva dedicada a la artista que se inauguró ayer en el Centro Antiguo Instituto, en Gijón. "Hay en ella una pulsión por mirar en los rincones, en los lugares no explorados, en la periferia", afirma Juan Vicente Aliaga. La artista representó a su país en la Bienal de Venecia del año pasado y recibió, también en 2015, el prestigioso premio "PhotoEspaña".

Bajo el escueto título "Paz Errázuriz", esta muestra organizada por Fundación MAPFRE (fue un éxito en Madrid y viajará a Francia y México, según explicó ayer Carlos Gallonet), la exposición reúne 172 imágenes, casi todas en blanco y negro, en las que se resumen las grandes obsesiones temáticas de la artista. Son casi cuarenta años de trabajo, desde mediados de los años setenta hasta el 2014: los tiempos de plomo de la dictadura de Pinochet y la lenta recuperación de la democracia. "Es una fotografía en la que está presente el contexto político social de la que surge", subraya Aliaga, quien ha dividido los contenidos en diez bloques temáticos que son un medido repaso a la trayectoria de la artista.

La exposición, presentada ayer por Aliaga, Gallonet y la concejala de Cultura de Gijón, Monserrat López, permanecerá en el Antiguo Instituto hasta el próximo 9 de junio. "Lo que le interesa a Paz Errázuriz, que cultiva a veces la estética de la imagen robada, es la singularidad del individuo", dice el comisario. Para éste, en tiempos de banalización de las imágenes, una clave de la obra de la chilena es la relación respetuosa que fija con sus personajes.