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Yuste, morada imperial en tierras veratas

La visita al monasterio cacereño, retiro de Carlos V, es el pretexto ideal para recorrer una comarca plagada de dehesas

Una de las fachadas del monasterio, que tiene anexo el palacio de Carlos V.

Es fácil imaginar la paz que invadió el espíritu de Carlos I de España y V de Alemania cuando, camino de su retiro en el Real Monasterio de Yuste, en las estribaciones de la sierra de Gredos, atravesó la comarca cacereña de La Vera, reducto de bosques, dehesas, ríos y pueblos revestidos de piedra, con tiendas y ventas que, además del famoso pimentón del lugar, ofertan queso, embutidos y jamones de cerdos ibéricos primos hermanos de los de Jabugo, más abajo en el mapa.

Desde Plasencia, en dirección a Cuacos de Yuste, donde se alzan aún el monasterio y el austero palacio que fue del emperador, la carretera está jalonada de árboles centenarios, tan viejos que da por pensar que quizá alguno asistió al paso del monarca cuando, tras dejar coronado a su hijo Felipe II en los Países Bajos, partió a Extremadura en 1557 con un séquito de setenta fieles. Yuste no tiene nada que ver con el regio Escorial que construyó Felipe II. Curiosamente, ambos lugares coinciden en albergar a su alrededor una interesante oferta hostelera y de ocio, en versión más tranquila y rural en el caso de las tierras veratas.

Aunque pimentón y tabaco son los pilares de la industria agroalimentaria de La Vera, a ellos se unen el queso de cabra con denominación de origen; dulces y licores; aceites de oliva carrasqueña, de ésos que ganan premios; caramelos y bizcochos de aceite de oliva virgen extra y limón; fideos de celofán salteados con verduras al wok y, por supuesto, aceitunas aliñadas que nada tienen que envidiar a las de Andalucía.

El punto de partida de la carretera que une Cuacos con el monasterio está presidido por un Monumento a Carlos V, del mexicano Carlos Terrés. A partir de ahí todo es naturaleza. El conjunto monacal conserva los espectaculares paisajes que conquistaron la vista cansada del hombre que gobernó una buena porción del mundo. A Yuste también se sube andando por un paseo empedrado que va desde el pueblo hasta la abadía. El itinerario dura aproximadamente 45 minutos, algo más si el viajero se detiene en el cementerio alemán, a mitad de camino.

El conjunto, incluido dentro de los Reales Sitios de Patrimonio Nacional, conserva la iglesia y un claustro gótico del siglo XV. Las demás construcciones son del XVI. El retablo del juicio final de la iglesia fue realizado sobre una traza de Juan de Herrera, tomando como modelo "La Gloria", de Tiziano. En la casa predominan el ladrillo, la mampostería y la sillería. El mobiliario original se perdió en la guerra de la Independencia. A la planta superior se accede por una rampa, construida para poder llegar a caballo hasta los aposentos regios. Antes de partir, en la tienda venden latas de aceite y pimentón con el logo de Patrimonio y hasta trajes de caballeros y damas medievales, para triunfar en Carnavales infantiles. Por alargar un poco la ruta imperial merece la pena acercarse a Jarandilla y alojarse en el castillo de los condes de Oropesa, hoy parador de turismo, donde pernoctó la comitiva real tras dejar la meseta castellana.

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