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Adiós a Prince, innovador y revolucionario de la música pop

El genio de Minneapolis fallece a los 57 años en un estudio de su casa

Con la muerte de Prince se va un innovador aclamado desde los años ochenta (aunque arrancó en los setenta), en competencia directa con Michael Jackson. Prince falleció ayer a los 57 años. El artista de Minneapolis alcanzó gloria absoluta con discos como "1999" o el mítico "Purple rain", que se ha instalado con honores entre las leyendas discográficas de la historia.

Prince, de nombre de pila Rogers Nelson, sufrió un problema de salud que le obligó a ingresar en un hospital semanas atrás, aunque se recuperó posteriormente e incluso dio un concierto. Fuentes del entorno del artista dijeron que aún tenía problemas gripales. De este proceso dio cuenta informativa "TMZ" (la misma publicación que adelantó la muerte de Jackson) hace ya algunas semanas.

Prince falleció en su estudio en Chanhassen, en Minneapolis. Cuando la Policía avisó a emergencias ya advirtió de la gravedad del músico. Los intentos por reanimarlo de nada sirvieron.

El cantante, con muchos fieles en Europa, había cancelado la gira en el Viejo Continente precisamente por los atentados en París.

Al conocerse su muerte las reacciones del mundo musical no se han hecho esperar, desde las nuevas hornadas como Katy Perry hasta iconos estéticos ochenteros como Boy George.

Precisamente si por algo destacó Prince es por el concepto estético que le dio a la música en tiempos en que Michael Jackson y su "Thriller" (y otros) reinaban con rotundidad en los mercados. Lo suyo, siempre con un toque de funky, asuntos electrónicos, con rapeos cuando el rapeo era apenas una muestra de viajante en la industria del disco, con pop e incluso en momentos mágicos adornaba sus canciones con rock, con sus combinaciones guitarristas. Por algo era un multiinstrumentista de calidad, de los que manejaban bien o muy bien todo lo que pasaba por su manos.

A todos estos valores tan suyos hay que sumar la provocación (bien hecha) desde el escenario y ante la industria del disco, rebelándose contra el proceso de ventas o "pasando" olímpicamente de publicistas. Se cambió el nombre por el "Artista" y mantuvo un símbolo como única identificación. Últimamente volvía a ser de nuevo Prince.

A finales de los setenta presentaba sus credenciales con "For you". Y a partir de ahí configuró un personaje con bigote instalado en la ambigüedad sexual, que para eso dejó recados como "Love sexy" o, más adelante, "Sexy MF". Eso sí, siempre disimuló su pequeña estatura con zapato o bota de tacón impresionante, en muchas ocasiones perdido entre sus trajes. Hizo discos espectaculares y arriesgados, como el gigante "1999". Eran tiempos de apogeo de Jacko y por ahí surgió otro debate como en su día el "Beatles"-"Stones" o el "Oasis"-"Blur", por citar alguna de estas discusiones que han tenido más de promoción que de realidad. Eso sí, de Prince eran las supuestas élites del oído, y de Jackson, los atormentados por las radiofórmulas.

Prince fue uno de esos adelantados a su tiempo que, seguramente, mantendrá la vigencia de sus canciones en el año 2050, o así. "Yo soy un funky", cantaba Prince. Ésa es una gran conclusión, una evidencia de un músico que supo marcar otro paso sonoro. Hombre genial, multiinstrumentista, excéntrico, productor y autor de canciones con un ritmo muy diferente a todo lo oído hasta su aterrizaje en la escena.

Al margen de lo ya citado líneas atrás (e insistir en algún caso), no hay que rebuscar mucho para identificarlo. En sus superéxitos están los ejemplos: "Kiss" (todavía con los "Revolution"), que ya dio una original "mano" rítmica; o "Purple rain", que ha sido una pieza inclasificable, mezcla de soul y pop, que se instaló con honores entre las más logradas de la historia del pop. Y, claro, luego, lo que no está en esas claves del superhit que hizo de tan diversas maneras y con tan distintos nombres, ya sea un símbolo o un apodo "artístico". En todo caso, siempre un innovador de la música. Como se le calificó nada más irrumpir en los escenarios: "El último genio del pop".

Así pues lo que queda es justamente aprovechar su talento y proseguir metiendo el oído en discos o canciones desde "Prince" (1979) hasta el de 2015. Eso sí pasando por "Parade" (1980) "Dirty mind" (1986), "Diamonds and pearls" (1991), "Batman" (1989), además de los señalados líneas atrás y, sobre todo, "Sign o' the Times", que ponía a bailar al personal de principio a fin en muchas de sus piezas. Se busque la década que se busque, siempre se encuentra una obra cuando menos original de este maestro de las revoluciones musicales y estéticas. Para eso tiene treinta discos.

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