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La Espuma De Las Horas

Nuevo periodismo en Casas Viejas

Vuelve a ver la luz el conmovedor reportaje de Ramón J. Sender sobre los sucesos en la aldea gaditana donde la Segunda República perdió su inocencia

Nuevo periodismo en Casas Viejas

Manuel Azaña nunca más quiso oír hablar de Casas Viejas. En enero de 1933 se desató una revuelta en la aldea gaditana de ese nombre que fue brutalmente sofocada por las fuerza del orden de la Segunda República. En los sucesos perdieron la vida veinticinco personas, un saldo de víctimas que posteriormente acabaría acarreando la dimisión del entonces presidente del Gobierno. Los periódicos reaccionaron frente a las dudas que suscitaba la versión oficial de los hechos y desplazaron a Andalucía a sus enviados especiales con el fin de informar y obtener nuevas conclusiones.

Uno de ellos, Ramón J. Sender, escribiría una serie de crónicas para "La Libertad" que avanzarían la técnica narrativa que en el futuro, y gracias a Truman Capote con "A sangre fría", inauguró el llamado Nuevo Periodismo y con él un modo diferente de contar las historias profundizando hasta en el último detalle. "Viaje a la aldea del crimen", el reportaje definitivo de Sender con la información recopilada de la comisión parlamentaria que investigó el suceso y el juicio a los mandos militares, ha vuelto ahora a las librerías en una reedición de Libros del Asteroide que merece todas las atenciones. Se trata de un relato conmovedor, vivo y coleante de lo que allí pasó, que sirve, además, para poder entender las tensiones políticas y sociales que se produjeron en el seno de la Segunda República y que actuarían como un detonante más de su posterior caída.

Los antecedentes de Casas Viejas son conocidos. La mecha de la insurrección anarquista había prendido el 8 de enero en Barcelona y se había extendido por el resto de la península. En el municipio gaditano, 42 propietarios, de los 612 que había, poseían casi tres cuartas partes de la riqueza total. El pueblo pasaba hambre. La mitad de la población vivía en chozas, de una habitación donde la familia dormía hacinada sobre lechos de paja. Sólo en la época de recolecta había jornal para la mayoría, el resto del año la supervivencia era difícil, por no decir imposible. Los anarquistas, con un cabecilla llamado Seisdedos al frente, deciden pasar a la acción cargados de escopetas para cazar conejos. La consigna es el fin del caciquismo. El pueblo sueña con implantar sus derechos y proclamar el comunismo libertario. El pequeño destacamento de la Guardia Civil ayudado por las compañías de asalto que se desplazan desde otros lugares del país se enfrenta a los insurrectos. No se sabe cómo empiezan los disparos ni quién dispara primero. Azaña, dispuesto a restablecer el orden para que la sublevación no se propague, envía al ejército.

Tras los primeros enfrentamientos, cuando las fuerzas habían roto ya filas, Ramón J. Sender cuenta cómo uno de los jefes militares dice a sus subordinados que tiene orden de imponer un escarmiento.

"-Doy media hora para hacer una razzia, sin contemplaciones.

Un guardia preguntaba:

-¿Qué es una razzia?

Y otro respondía cerrando la recámara del fusil:

-Que hay que cargarse a María Santísima.

En las calles no había un alma. Los campesinos permanecían con sus familias, silenciosos, en las chozas: A la puerta de una de ellas lloraba el niño de once años Salvador del Río Barberán. Llevaba en la mano un cartucho de fusil, disparado".

Como escribe Antonio G. Maldonado en el prólogo de esta nueva edición del clásico del periodismo de Sender, Casas Viejas fue la aldea donde la Segunda República perdió la inocencia.

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