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Mary Jane, la nueva bailarina

La reciente celebración del 70.º cumpleaños del rey Carlos Gustavo reaviva el interés por el estilo decorativo creado por sus antepasados, imitado y copiado en el mundo entero

Famosas modelos, actores internacionales y músicos conocidos se dieron cita esta semana en La Habana para asistir al primer desfile de Chanel celebrado en Cuba, donde en los años 40 y 50 sí se vendían como churros las creaciones de Coco. Chanel presentó en isla caribeña su nueva colección crucero con la que el director creativo de la firma, Karl Lagerfeld, intentó recuperar el glamour de Cuba en los años cuarenta y cincuenta. En el desfile se vieron guiños a la Revolución, con prendas verde olivo.

Muebles desgastados, arañas de cristal de roca, porcelanas, tonalidades claras y madera blanca en el pavimento son algunas claves del estilo decorativo que Suecia exporta al mundo, y que estos días ha cobrado aún más realce al hilo de las celebraciones del 70.º cumpleaños del rey Carlos Gustavo, en Estocolmo, rodeado de buena parte de los "royal" europeos.

La fiesta de la familia real fue una celebración al estilo de los Bernadotte. La parte lúdica se fundió sutilmente con la promoción de un país que, además de ser cuna del fundador de Ikea, ha dado muchos de los mejores decoradores y arquitectos de la historia europea.

El secreto del éxito sueco en el diseño de interiores se fundamenta, en buena medida, en la habilidad que tuvo en el siglo XVIII el rey Gustavo III, creador del universal estilo gustaviano, para trasladar a su país fórmulas decorativas que conoció en Francia y que supo despojar de grandiosidad, conservando la belleza de las líneas y, sobre todo, introduciendo elementos muy funcionales.

Por eso en la Suecia actual es posible vivir en un piso de principios del siglo XX totalmente adaptado a las necesidades actuales y con todo el encanto de entonces. Las viviendas del país se caracterizan por tener altos techos, suelos de madera de roble en espiga, molduras decorativas en los techos, muros gruesos exteriores y grandes ventanales.

El resultado es una apariencia elegante completada por lámparas chandelier, muebles de madera maciza antigua, piezas ligeras de metal ultramodernas, cocinas equipadas como si fuesen laboratorios y, sobre todo, luz natural por todas partes. La luminosidad de las estancias es esencial en este estilo. De ahí que se emplee tanto el blanco puro. La nota de color se reserva para los textiles.

El pabellón donde empezó todo. El pabellón de Gustavo III, uno de los palacios de la familia real de Suecia, en el parque de Haga, a dos kilómetros al norte de Estocolmo, marcó, con su exquisita decoración, el inicio del estilo gustaviano. La mansión fue construida por el arquitecto Olof Tempelman, con instrucciones detalladas del rey Gustavo III. De los interiores se encargó Luis Masreliez, el maestro que trasladó a Suecia las ideas decorativas que el rey traía de Francia y que él supo casar con la tradición sueca. Al lado del pabellón se encuentran los llamados "sultanes de cobre", edificios diseñados para parecerse a grandes tiendas de campaña.

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