Al encargado de pasar a limpio el texto autógrafo de Miguel de Cervantes en la imprenta madrileña de Juan de la Cuesta le debió de dar un ataque de pánico al verlo. Cervantes apareció con el manuscrito de la primera parte de "El Quijote" en algún momento del año 1604. Nada se conserva de esos cientos de pliegos escritos con la letra enrevesada de Cervantes, y se supone que llenos de anotaciones, aditamentos y tachones.

El académico Francisco Rico, autor de la que hoy se considera la edición crítica de referencia de "El Quijote", recuerda en su estudio que "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha" contiene páginas "escritas en otras épocas y que a veces tuvieron o pudieron tener vida independiente". Como en el siglo XVII no había corta y pega, es más que probable que Cervantes agregara esos originales, sin tener que copiarlos de nuevo, "al mazo de papeles en que iba naciendo don Quijote, sin duda con las tachaduras, enmiendas y rectificaciones propias de cualquier borrador".

Rico no pierde la elegancia cuando afirma en su edición que "el autógrafo del Ingenioso Hidalgo debía de ofrecer un aspecto revuelto, desigual y poco legible".

De aquellos papeles salió el libro más grande. En 1605 se realizaron seis impresiones de "El Quijote". A la primera de Juan de la Cuesta le siguieron dos en Lisboa, con diferentes editores. En apenas unas semanas la imprenta madrileña saca una segunda edición española, y enseguida se imprimen otras dos en Valencia.

Un ejemplar de esa segunda edición española, que ya cuenta con "el privilegio de Castilla, Aragón y Portugal" (especie de copyright de la época) se exhibe estos días en la Biblioteca de la Universidad, en Oviedo, en la muestra sobre los fondos cervantinos de la institución que será clausurada mañana lunes. Un ejemplar que LA NUEVA ESPAÑA ha podido tocar y hojear, sin vitrina pero con guantes de por medio.

Una obra inmortal en continente modesto: papel de mala calidad, impresión poco lograda, muchas erratas y escaso cuidado en los detalles. En el título de la primera página no hay inconveniente, por ejemplo, en cortar la palabra "Quixote".

Ramón Rodríguez, director de la Biblioteca de la Universidad y coordinador de la exposición, aclara que "aunque resulte paradójico las grandes obras del Siglo de Oro español no tienen un soporte material bueno".

El sistema en imprenta era como sigue: el escritor entregaba el texto autógrafo; uno o varios escribanos lo pasaban a limpio, con letra regular y salvando las incorrecciones. Esa versión más aseada, que se conoce como el original, tenía doble función: por un lado poner las cosas más fáciles a los oficiales de imprenta. Por otro, preparar una copia legible para entregar al Consejo de Castilla, que debía aprobarla. Cuando la copia estaba lista los impresores se la pasaban al autor para que realizara cambios de última hora. Era algo parecido a una corrección de pruebas.

Tras la aprobación del Consejo de Castilla la norma exigía que el original no sufriera ya cambio alguno. No siempre se respetaba, y probablemente Cervantes tampoco lo hizo. El privilegio real a "El Quijote" tiene fecha de 26 de septiembre de 1604. A los pocos días comienza la impresión, que está casi terminada a primeros de diciembre.

Se tiraron unos 1.500 ejemplares, con letra redonda, estilo romano y cuerpo 14. Y erratas por todos los lados. En la primera página, la localidad de Burguillos, de la que era señor el Duque de Béjar a quien Cervantes le dedica la obra, aparece como Burgillos. Por cierto, en esa primera página de título, autoría, dedicatoria y créditos, no hay una sola tilde. Cervantes no acostumbraba a ponerlas.

Pero esta segunda edición española, uno de cuyos ejemplares forma parte de los fondos de la Biblioteca de la Universidad, tiene menos incorrecciones que la primera. Rico sostiene que el propio Cervantes corrigió algunas cosas. La segunda mejora a la edición príncipe, pero aún así hablamos de "varios cientos de erratas", en palabras de Francisco Rico, quien escribe como anécdota que la última palabra del texto de la primera parte de "El Quijote" es una errata: se imprimió "plectio" cuando quiso escribirse "plectro" (en sentido material, púa para tocar instrumentos; en sentido figurado, inspiración poética).

En la impresión de "El Quijote" de 1605 hubo prisas e improvisación. Los componedores de la imprenta ponían de su parte a la hora de ajustar, cortando frases o añadiendo palabras por su cuenta.

La tradición editora alrededor de "El Quijote" consistió sobre todo en "copiar ciegamente" las ediciones príncipe de cada una de las dos partes. Dice Rico que incluso "reverenciando las erratas".

El ejemplar que guarda la Universidad proviene de la biblioteca de Roque Pidal, comprada por la institución en 1935 por unas 450.000 pesetas. En lápiz, Pidal escribió en una página inicial de cortesía: "Dormir. Vitrina 12, tabla 2". "Lo tenía en su dormitorio", aventura Ramón Rodríguez. Una joya de la literatura mundial a pie de cama.