"Asturias me ocuparía mucho más de un año de trabajo", dijo ayer el fotógrafo barcelonés Joan Fontcuberta durante la presentación a los medios de su exposición "Arstusia" -un juego de letras con Asturias-, que muestra 60 obras en cajas luminosas y, además, un cuaderno de imágenes con el Principado como tema y un enfoque totalmente abierto y libre. Trabajó con una cámara Sony Alfa 7 R -cuesta 1.000 euros- con trípode y sin flash. El resultado, una Asturias subterránea, oscura, ctónica y misteriosa, seriada en cuevas, búnkeres, minas, alcantarillas, depósitos de agua y, con algunas excepciones, espacios cerrados y lúgubres.

El conjunto está colgado en el Museo de Bellas Artes de Asturias, donde se hizo la presentación. La muestra forma parte del ciclo "Miradas de Asturias", que promueve como mecenazgo la Fundación María Cristina Masaveu Peterson. Es la cuarta entrega. García-Alix, Ballester y Ouka Leele han precedido a Fontcuberta en el proyecto. A partir de las cinco de la tarde de hoy se podrá visitar. A las 12 el artista catalán encabezará una visita guiada para un grupo reducido.

El fotógrafo explicó su sistema de trabajo. Se acercó a Asturias en sucesivos viajes. "Me dejé embeber". Evitó las recetas. "Quise abrir puertas y asumir fracasos. El que tiene siempre éxito hace trampas". Avanzó sobre seis proyectos y eligió dos finalmente para redescubrir Asturias. Comentó que le interesan las contravisiones -un paralelo a las contradicciones verbales- y que, como hacen los arquitectos, trata de rellenar un espacio. Confrontó realidad y ficción y recurrió a la idea de máquina anagramática -como los surrealistas proponían sus "cadáveres exquisitos"- para "huir de la fotografía de la naturaleza y llegar a la naturaleza de la fotografía".

El doble trabajo incluyó "El libro trauma", un cuaderno donde retrata fotografías dañadas. A tal fin trabajó en diversos archivos asturianos "buscando imágenes enfermas, atacadas por emulsiones degradadas o víctimas de accidentes" siguiendo una poética que, dijo, recuerda a Pollock o a Tàpies. Añadió que la fotografía "es el arte de la lucidez". Citó a Picasso al señalar que no termina una obra, la abandona, y recordó que, en cuanto a formación, procede "de la semiótica, de la teoría de la información, no del arte". Y pasó a presentar sus obras a los medios.

El Museo de Bellas Artes, en el nuevo edificio, en el espacio pensado para exposiciones, montó una especie de laberinto oscuro, con sucesivas cámaras negras, para acoger las 60 fotografías. Un acierto. Las obras, encastradas en cajas iluminadas por detrás, tienen algo de alucinatorias, en algunos casos emanan ironía y siempre se pintan de misterio.

Alfonso Palacio, director del Museo de Bellas Artes de Asturias, abrió la presentación destacando el mecenazgo de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson. Recordó que, en su día, la dación Masaveu supuso un salto importantísimo para el Museo y agradeció al equipo que dirige el complejo trabajo para instalar la muestra. Se mostró partidario de tejer alianzas entre distintas instituciones culturales.

Por su parte, Álvaro Sánchez, secretario de la Fundación, indicó que están creando un fondo artístico inédito con "una dinámica novedosa". Como añadió, "miradas de Asturias" es el proyecto "más ambicioso de la Fundación, da a conocer Asturias en el conjunto de España y fuera ya que tienen un carácter itinerante". Comentó que Fontcuberta había invertido más de un año en realizar el trabajo que ayer se presentó.