Al comienzo de la tragedia "Hamlet" -un comienzo desestructurado en la versión que se vio anoche en el Centro Niemeyer- se anuncia todo lo que está por venir: "Algo huele a podrido en Dinamarca". Y es natural, el rey ha muerto, lo han asesinado y se aparece como un espectro ante su hijo, le pide que haga justicia. Y el príncipe se pone a meditar: ya no es el que era. La necesidad del duelo le acobarda. Todo eso es natural, lo esperado, lo que viene en las ediciones críticas de una de las tragedias más famosas de William Shakespeare, que es un bardo que lleva cuatro siglos criando malvas, pero no sus obras. Sus obras dan para todo. Lo sabía Miguel del Arco, el director del espectáculo que anoche sorprendió a un auditorio del Niemeyer casi a rebosar y que esta noche buscará lo mismo con el espectador que se acerque al Jovellanos, en Gijón (20.30 horas). Teatro del bueno pasado por el tamiz de una compañía de las buenas, "Kamikaze", la misma de "La función por hacer" o aquella joya que comenzó su carrera comercial en el teatro Palacio Valdés, "Misántropo" a lo moderno.

El príncipe meditabundo de anoche fue Israel Elejalde, que es uno de los actores de más fuste del panorama nacional (viene con un "Goya" incorporado). Lo demostró, precisamente, cuando debutó en Avilés hace unos años en una comedia de Molière trasladada a un callejón trasero de una discoteca de supermoda. Los clásicos lo siguen siendo si la fábula continúa conmoviendo. Y eso hizo ayer en Avilés: conmover, arrasar. Lo podrido ha llegado a todos los países del mundo. Lo podrido, la pérdida de aquél a quien quieres.

Junto a Elejalde, salieron a escena Ángela Cremonte, Cristóbal Suárez, Ana Wagener, José Luis Martínez, Daniel Freire y Jorge Kent, todos de la mano de un superlativo director de escena. El espectáculo se estrenó el pasado febrero en el Teatro de la Comedia de Madrid, recientemente reinaugurado. Recogió parabienes de público y crítica y los primeros apenas tuvieron oportunidad de hacerse con una entrada. Iban a lleno diario. Los que más saben de teatro hablaron del salto al canon, de cambios en la línea trágica que no venían a cuento. Los que disfrutaron de la función indicaron que esos cambios son primordiales para que una tragedia de cuatro siglos cumpla cuatro más.

Ya lo explicó Miguel del Arco en una entrevista en LA NUEVA ESPAÑA: "Nunca está en mi ánimo eso de sorprender. Plantearte sorprender por sorprender en escena no deja de ser una pérdida de tiempo".