Nadie conocía a Emilia Clarke cuando se estrenó la primera temporada de "Juego de tronos". Aquella actriz menuda con el pelo teñido y de aspecto frágil e inocente fue una de las razones por las que la serie empezó a caldear las redes sociales reclutando a millones de espectadores. Clarke, que encarnaba a Daenerys Targaryen, protagonizó algunas de las secuencias más impactantes por su elevado tono erótico y eso, unido a la violencia nada sutil de muchas escenas, sirvió para que se reprochara a la serie abusar de tretas tales como la sangre y los desnudos femeninos. A medida que Clarke se convertía en un personaje imprescindible, su poder aumentaba y pronto alzó la voz para protestar contra la fórmula de desvestir a las actrices a las primeras de cambio. Y en la temporada tres dejó de hacerlo.

Y Daenerys Targaryen dejó de lucir cuerpo, aunque algunos de sus desnudos (sobremanera el impactante momento en que sobrevive al fuego como madre de dragones que es) tenían sentido dramático. Pues bien: en esta nueva temporada donde los despelotes son escasos y la violencia no es tan brutal como en otras ocasiones (todo se andará, pensarán los escépticos), la última entrega de "Juego de tronos" terminó con unas imágenes que han puesto las redes patas arriba y que contradicen las pretensiones de la actriz de que se la valore por su talento interpretativo (que no es, de momento, nada del otro mundo, como dejó bien claro en su fallida participación en la terrible secuela de "Terminator"). Clarke ha justificado esa espectacular aparición entre las llamas completamente desnuda porque es una necesidad del guión, y tiene razón: emparentada con la escena antes citada de los fuegos y los dragones, la desnudez humeante de Daenerys Targaryen ante fieles e infieles se convierte en una demostración absoluta de poder, de provocativo alarde de fuerza. A diferencia de otro desnudo que hizo correr ríos de tinta (el de Lena Headey como una vejada Cersei Lannister) aquí no hay dobles de cuerpo al que luego se adosó la cabeza de la actriz. Clarke se expone e impone en una imagen infernal que recuerda la aparición demoniaca de Sissy Spacek en la hora de la venganza de "Carrie" (Brian de Palma, 1976). Saltan chispas.