Bajo zonas de pastizales, monte bajo o áreas forestales se esconden en Asturias decenas de restos de campamentos romanos. Unos fueron utilizados por las legiones de forma permanente durante los años de la conquista. Otros, apenas eran emplazamientos para un solo día, pero convertidos ahora en joyas arqueológicas. En el año 2000 estaba documentada una veintena de asentamientos militares alto imperiales en el noroeste español. Hoy son más de cien. "Y más que vendrán", auguró ayer José Manuel Costa García, uno de los integrantes del equipo multidisciplinar encuadrado en un proyecto que tiene en la web romanarmy.eu su fachada a todos los públicos.

Costa, junto a sus compañeros arqueólogos Andrés Menéndez Blanco y David González Álvarez, explicó anoche en el Museo Arqueológico de Asturias lo que hoy conocemos de la arqueología del ejército romano en el noroeste hispánico.

No sabíamos casi nada; empezamos a conocer mucho, y existe la sensación general de que queda un mundo por descubrir. Las nuevas técnicas, fundamentalmente las relacionadas con la arqueología aérea y el sistema Lidar Aéreo, que permite el escaneo del terreno anulando vegetación para conseguir imágenes en 3D abre vías insospechadas en la investigación.

Con estos sistemas se han descubierto recientemente cuatro nuevos campamentos. Dos se sitúan en la vía de La Mesa, y los otros dos en el municipio de Allande. Los cuatro tienen razón de ser como explicaron ayer los técnicos porque en ambos casos forman parte de pura estrategia militar. Y los romanos sabían mucho de eso.

Forman parte de rutas, aprovechando sierras y collados por cuyas cumbres se podía transitar con alguna comodidad. El mapa de los campamentos nos sugiere etapas, a distancias parecidas entre unos y otros que permitían pasar de campamento a campamento en una sola jornada de marcha.

En la vía de La Mesa se pone en comunicación la zona de Babia con la actual de Belmonte y Grado. Por su parte los dos restos de campamentos hallados en Allande forman parte de una red que uniría la zona baja de la cuenca del Navia con la actual Fonsagrada. Eran vías de penetración muy bien pensadas, y complementadas con la enorme capacidad de la maquinaria bélica romana para moverse y construir defensas.

A través de esa red de "cuarteles" del Imperio y de los datos arqueológicos encontrados, nos podemos hacer una idea del mapa de la guerra. Se encuentran más vestigios bélicos, los puntos calientes de la primera romanización, cuanto más al oriente , y menos evidencias de destrucción en el occidente astur.

David González, que es profesor de la Complutense, se refirió ayer a otra clase de violencia, la simbólica, es decir, la obligación que impone el Imperio a una realidad distinta, a formas de producción diversas y a toda una revolución en el ordenamiento administrativo del territorio. Los conventus tienen capitales que de forma mayoritaria se asientan sobre antiguas fundaciones militares.

Hay que cambiar nuestra visión de la Historia en ese entorno temporal que va desde el siglo II antes de Cristo al siglo III de nuestra era. Hoy conocemos en Asturias más del paso de Roma que del mundo indígena, pero los tres arqueólogos tienen claro que "las comunidades indígenas no fueron sujetos pasivos ni convidados de piedra" y que "tomaron parte activa en la romanización".

Trincheras, taludes y empalizadas están ahí y no las vemos. Atesoran información y guardan respuestas a las muchas preguntas sobre un tiempo hasta ahora basado en estereotipos.