La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un Cristo olímpico en Fano

El artesano Graciano Gallinar realiza una réplica a escala humana del Redentor de Río de Janeiro con una completa reproducción del cerro del Corcovado

Graciano Gallinar y Marisa Corral, ante la figura del Cristo Redentor, flanqueado por el Big Ben y la Torre de Pisa. ÁNGEL GONZÁLEZ

En la zona alta de Quintana, en la parroquia rural de Fano, despliega los brazos una majestuosa figura del Cristo Redentor. No tiene a sus pies la bahía de Río de Janeiro ni su figura se alza sobre rascacielos imposibles. Más bien al contrario, en la finca de al lado pasta mansamente un rebaño de ovejas, más allá, un grupo de burros y, milagrosamente, lo que se puede contemplar desde su posición es la Torre de Pisa, el Big Ben y la colección completa de iglesias del prerrománico asturiano coronadas por la Basílica de Covadonga. No se trata de un delirio onírico sino de la última genialidad del artesano gijonés Graciano Gallinar quien, a golpe de paciencia, ha reunido en su pequeña finca algunos de los monumentos más representativos del globo. El último, el famoso Cristo de Corcovado, considerado la séptima maravilla del mundo moderno.

El creador presenta hoy al mundo una figura creada en hormigón blanco, a imagen y semejanza de la original pero a escala humana. El Cristo carioca mide 30 metros sobre una peana de ocho, y su peso es de mil toneladas. "Este pesa más de una tonelada", señala Gallinar, quien se ha consagrado en cuerpo y alma a su última creación, tallada sobre un bloque entero de hormigón salvo la cabeza y los brazos, en los que trabajó aparte antes de añadirlos. Se ha dedicado a ello durante todo un año, desde que inició el proceso de documentación "principalmente por Internet" hasta que concluyó una obra que "concebí como colofón a la finca, para ser colocada al final para ser admirada desde la entrada".

Para ello Gallinar ha acometido una remodelación integral del prado en el que a lo largo de los últimos años ha ido dando forma al museo "Asturias si yo Pudiera", una singular colección de edificios e iglesias que se inició con una réplica a escala de la iglesia de Santa María del Naranco y que ha acabado convirtiéndose en un concentrado de maravillas arquitectónicas del planeta.

Colocada al fondo de la finca, la figura del Cristo Redentor luce con todo detalle, con una recreación del cerro del Corcovado y el correspondiente panel explicativo acompañado de una foto, una bandera de Brasil y hasta un balón de fútbol, símbolo carioca por excelencia. Al Cristo se accede por una rampa de grava de manera que las personas con movilidad reducida y los invidentes puedan acercarse a ella y tocarla. Una decisión que Gallinar tomó tras recibir hace más de un año la visita de una mujer ciega que pudo disfrutar de la visita al Museo con el tacto. Su última creación ha despertado el interés hasta de una productora brasileña, con la que el gijonés ha entablado negociaciones para presentar la obra en el país coincidiendo con las Olimpiadas el próximo verano.

Y aunque Graciano Gallinar concibió este trabajo como el colofón a su museo, la pasión le traiciona y ya tiene en mente un nuevo proyecto para "equilibrar" la visita. Su próxima creación será una réplica de la Estatua de la Libertad, para la que se inspirará en la escultura parisina que a su vez fue el modelo de la americana y que se colocará en su caso a la entrada al recinto museístico. Con Brasil a un lado, Nueva York al otro y Asturias en el medio. El nuevo proyecto se encuentra en fase de documentación tras un viaje a la capital del Sena, y aún deberá esperar. Porque lo primero es inaugurar el Cristo Redentor y "disfrutar del trabajo un poco, después de un esfuerzo grande".

Y aún le bullen ideas en la cabeza al artesano gijonés, pensando también en lo bien que quedaría para la visita una recreación del Rey Pelayo para recibir al público y para completar la obra a la que le tiene "más cariño". La gruta de la Santina en Covadonga, la "estrella" de la visita ante la que "todo el mundo quiere hacerse una foto, algunas señoras hasta se arrodillan a rezar", confiesa con orgullo ante una recreación a la que no le falta de nada. Para muestra, las lámparas diminutas que alumbran a la Virgen elaboradas en cristal de Svarowski.

Una mezcla de devoción, dedicación y arte al que Gallinar lleva entregado desde el 2005, en un Museo al aire libre por el que no cobra entrada. "Sólo admitimos donativos, porque tenemos unos gastos básicos que cubrir. Pero lo que hacemos lo hacemos por amor al arte, disfrutamos con las visitas y al final, quien entra aquí como visitante sale como amigo", aseguran el artesano y su mujer, Marisa Corral.

Buena prueba de ello es la colección de piedras del mundo que jalonan los caminos de la finca. Desde Malta hasta Pekín pasando por Perú, Toscana, el desierto del Sahara o Ribadesella. Recuerdos del mundo que perduran en la memoria y son muestra del cariño que el público tiene al pequeño cosmos de Graciano Gallinar. Para patear el planeta sin salir de Fano.

Compartir el artículo

stats