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Metacuquis

Miguel Ángel Lamata es un cineasta pop y posmoderno, siempre pendiente de los géneros -una de sus películas se titula Una de zombies- para tratar de subvertirlos de manera ultracomercial y juguetona; sus empeños suelen ser loables pero, la verdad, el hombre no va sobrado de talento ni, lo peor, tampoco de sentido del ridículo. En Nuestros amantes se ha inventado un nuevo género: la comedia metacuqui, una especie de comedia romántica seudoextravagante consciente de su babosidad pero que trata de jugar con ella a su favor. ¿Cómo? Con referencias a las costuras habituales de ese tipo de películas y, sobre todo, invocando el espíritu de ese cine de diálogos como ráfagas de brillantez, ultraescritas... Pero Lamata no es Mankiewicz ni esto es Historias de Filadelfia. Los protagonistas resultan abofeteables en su cuquez y los actores que los encarnan sirven sus líneas supuestamente brillantes -son ramplonas y sobreescritas- recalentadas en un microondas.

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