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Hablemos en serie

"Preacher", una de bala y otra de arena

Los tres primeros episodios de la adaptación del cómic son irregulares, pero con momentos impactantes

escena de la serie.

Si yo fuera uno de esos puristas inclementes que fruncen el ceño en cuanto alguien del cine o la televisión osa poner sus sucias manos sobre una obra que ellos tienen en su altar particular me subiría por las paredes viendo los tres primeros capítulos de "Preacher". Sobre todo, el último, que, al margen de controversias sobre adaptaciones erróneas o acertadas, es profundamente aburrido e invitaría al bostezo si no tuviera una escena excelente (digna de un imitador de Tarantino, aunque sin la fusta verbal del amigo Quentin) en la que la chica (primer sopapo al cómic en lo que a cambios bruscos se refiere) es retenida por un policía de carreteras que no sabe que se está jugando la vida porque ella, mujer de armas tomar, tiene una mano en una pistola bien cargada y la otra fuera de la ventanilla. Y esa segunda mano es la que le salva la vida al agente, que escucha una triste historia ignorante de que su destino está en creerla o no. Bien. Así se hace. Pero el resto del capítulo es una cháchara constante que no conduce a nada ni hace crecer los personajes. Los dos episodios anteriores tenían, al menos escenas con las que tragar saliva. En el segundo, por ejemplo, hay un instante que seguramente haría babear a Sam Raimi, con una motosierra arrastrándose por el suelo de una iglesia y arrastrando un brazo cortado mientras se acerca a... En fin, estómagos delicados abstenerse porque la escenita se las trae, aunque el tono burlesco suaviza el toque gore. Pero tampoco fue una entrega para tirar cohetes. El episodio piloto (bien cargado de trilita) ya había dejado bien claro que el magnífico cómic que inspira todo esto es una referencia difuminada, que el reparto es desigual (Dominic Cooper no es la mejor elección posible, aunque tampoco sea una catástrofe), que la presencia en los créditos de una pareja temible como Goldberg y Rogen (autores de la horrenda "The interview") invita a la desconfianza y que los ingredientes más incorrectos política y religiosamente están rebajados pero no disueltos por completo. Y ahí, a la espera de que el nivel aumente en próximos capítulos, radica de momento el principal interés de la serie: ese aire viciado (desprovisto de muchas aristas sobrenaturales, imagino que por falta de presupuesto) por el que pululan personajes al margen de la ley humana y divina que embisten contra todo como mesías diabólicos, y que de alguna manera emparentan el barro moral de "Breaking bad" con las barrabasadas polvorientas de Robert Rodriguez.

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