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El futuro de Europa se escribe en francés

El "Brexit" traerá el "englexit": el inglés dejará de ser oficial en Bruselas

A veces los niños hasta se adelantan a acontecimientos históricos. Quien suscribe conoce a uno de 4 años que lleva meses insistiendo -tal vez un poco harto de la presión de su entorno- con la cantinela de que no quiere aprender inglés, que él hablará francés. Pues bien, vamos a tener que darle buena parte de razón.

La salida del Reino Unido de la Unión Europea abre la puerta de par en par a un nuevo protagonismo del idioma galo, que, en realidad, siempre ha sido la lengua estelar en los ejes de poder de Bruselas.

El asunto preocupa en las altas esferas. Tal es así que "The Times" incluía anteayer en su edición digital un artículo sobre el futuro del inglés en la Europa continental. La preocupación ha llegado a los centros educativos británicos de España, que, tras conocerse el resultado del referéndum revocatorio de la pertenencia de Gran Bretaña al club europeo, se apresuraron a mandar mensajes tranquilizadores a los padres.

Fuentes de la Comisión revelan que Bruselas se plantea relevar al inglés como uno de los 24 idiomas oficiales y mantenerlo únicamente como instrumento de trabajo. Tiene lógica. La lengua anglosajona fue declarada oficial a petición de Inglaterra. Irlanda optó por defender el gaélico; Malta, el maltés. Así que el "englexit" parece servido en bandeja de plata de Sheffield. Una vez más Francia, quien realmente manda en Europa, y en cuya influyente autoridad descansa buena parte del desencanto "british" con las instituciones europeas, sale reforzada. El francés, también la lengua de Luxemburgo y Bélgica, junto al neerlandés en su modalidad flamenca y el alemán, resulta imprescindible para la vida diaria en una ciudad cosmopolita como Bruselas.

El inglés sigue siendo la segunda lengua más hablada en el mundo. Sería una ingenuidad negarlo. Ahí están los Estados Unidos y Australia para recordarlo a diario. En este caso el problema no es la cantidad de angloparlantes, más bien se trata de una pérdida de prestigio que afecta a uno de los primeros productos que los anglos exportan al mundo. Muchas personas se preguntarán qué papel juega el español en todo este asunto. Por desgracia el mismo que hasta ahora. Las cosas serían diferentes si España hubiese aprovechado su pertenencia a la UE para primar ese papel de puente natural con la América hispana, algo que sí hicieron los británicos con los EE UU y Portugal con Brasil. Francia fue el primer país de Europa que se presentó en Cuba para hablar de negocios con Raúl Castro cuando Obama decretó el deshielo. Así que por mucho que el ministro en funciones García-Margallo apele a una posible (más bien imposible) cosoberanía en Gibraltar, la historia de lo que queda de la Europa unida se escribirá en ese francés que tanto ha despreciado la enseñanza patria estos años. Resulta indiscutible que nuestros oídos ganan con el cambio, pues salvo Cameron, el excomisario de Estabilidad Financiera Jonathan Hill, que dimitió tras conocerse el resultado del plebiscito, y alguno más, el inglés que se escucha (¿o habrá que decir escuchaba?) en el barrio europeo es una amalgama extraña de acentos. C'est la vie.

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