Dos meses después de la apertura de Aqva, el comisario José Ángel Rivera de las Heras se sincera sobre su impresión de la muestra, las dificultades o los mayores motivos de orgullo. A falta de conocer los datos de visitas de manos de la Fundación Las Edades del Hombre, el delegado diocesano de Patrimonio se muestra satisfecho y feliz con la muestra.

-En el plano personal, tras dos meses de andadura de Aqva, ¿cuál es su impresión?

-Yo estoy muy contento. Primero por la recepción que ha tenido la muestra por parte del público desde el día de la inauguración. Especialmente, veo que los fines de semana gente de Zamora y de fuera acude mayoritariamente.

-Su relación con la Fundación Las Edades del Hombre viene de antiguo, ¿qué paralelismos y diferencias observa entre Aqva y sus colaboraciones anteriores?

-Comencé en 2010 como comisario de Kyrios, la muestra de Ciudad Rodrigo. Después, fui el guionista en Passio, la exposición de las dos Medinas. En Oña, hice esta misma labor en Monacatus y he seguido colaborando con la Fundación de forma estrecha. Aqva me recuerda mucho a Ciudad Rodrigo. Allí me encargué prácticamente de todo porque había muy pocos meses para preparar el recorrido: la idea, gestación y alumbramiento. En el caso de Toro, ha sido completamente distinto. La Fundación me encargó la elección de un tema por si Zamora era la elegida. De ahí la apuesta por el agua y su justificación con las comarcas zamoranas y el Duero. El agua es un motivo interesante desde el punto de vista de la naturaleza, la antropología y la teología.

-Y que aún no se había tratado?

-Las Edades son temáticas. Hemos celebrado muestras sobre la vida de Cristo, la Pasión, la eucaristía, el credo? La Biblia, los Santos Padres y los textos litúrgicos me fueron dando idea de cómo tejer el itinerario de Aqva. Una vez admitido el tema, comenzamos la selección de obras junto con el secretario, Gonzalo Jiménez, y su adjunto, el historiador Enrique Martín. Reunimos piezas por temas para hacer el itinerario. La Fundación se encargó de pedir el préstamo temporal y gestionar los seguros y el montaje.

-Sin embargo, trasladar la idea que uno tiene en la cabeza a una exposición real de cuatro meses, parece complejo?

-Llevo muchos años haciendo exposiciones y estoy acostumbrado a este tipo de proyectos. Digamos que ya tengo una agilidad mental que me permite hacer las cosas más sencillas.

-Pero Toro y Zamora son su tierra y la responsabilidad es mayor, ¿no?

-Hago los inventarios de los bienes muebles de la diócesis desde hace 17 años. De las más de trescientas iglesias que tenemos, solo me quedan diez o doce por estudiar. Las piezas están en mi cabeza y en el disco duro del ordenador del despacho. De ahí que un tercio de las obras de arte de Aqva sean de Zamora.

-Dicho de otro modo, ¿cuál ha sido la mayor dificultad de Aqva?

-Horas de trabajo, nada más.

-Sobre el resultado de la muestra, ¿de qué se siente más orgulloso?

-Sobre todo, de la selección de algunas obras que han impresionado a los visitantes. Por ejemplo, el Calvario de Pinilla de Toro. También me gusta mucho la disposición del sotocoro en la iglesia del Santo Sepulcro, la pila bautismal rodeada de vitrinas con objetos de metal. La Fundación creía que eran demasiadas piezas y había que presentar calidad, cantidad y variedad. Y eso lo hay. Por otro lado, me siento muy orgulloso de una última incorporación, el Cristo del Amparo, bajo el crucero de la Colegiata. Cuando paseaba por la exposición, en los días previos a la apertura, que faltaba algo que impactase al público, más allá del "tableau vivant", que ha gustado mucho. Esa pieza, interesante, impactante por su colocación, era este Crucificado. Había dificultades para los arquitectos, pero la solución de dejarlo suspendido ha sido maravillosa. Aunque no es propio que un Cristo aparezca en el Antiguo Testamento, las escrituras nos conducen a esa imagen esplendorosa.

-Un Crucificado un tanto desconocido, no para los toresanos, pero sí para la provincia, ¿qué valía le otorga?

-Es la tipología de los crucificados de Juan de Juni, aunque no es de este autor, sino de su círculo o de algún taller o seguidor.

-Uno de los aspectos más llamativos es el azul intenso que envuelve los pasillos en una apuesta arriesgada e innovadora, ¿a usted qué le parece?

-Confío plenamente en los arquitectos, grandísimos profesionales. Entienden lo que queremos mostrar. Siempre acertaron: el azul de los paneles y de esas olas que vertebran toda la exposición.

-¿Por qué detalle se acercan a felicitarlo?

-Fundamentalmente, por el mensaje. Que hayamos conseguido que la exposición no sea una sucesión de obras, como quien va a ver una exposición en el Reina Sofía. Es un aspecto fundamental, porque el objetivo siempre es transmitir un mensaje a través del arte.

-Hay una fuerte presencia de autores contemporáneos, muchos zamoranos, cuyas obras han llamado la atención. ¿Cuál fue el motivo de la elección de estas piezas?

-El arte cristiano no terminó en el siglo XIX, ha continuado. En Zamora hemos tenido una escuela importante, la de San Ildefonso, que ha dado buenos artistas. La segunda mitad del siglo, tenemos escultores y pintores magníficos. Esta circunstancia y la buena acogida del arte contemporáneo en Passio, le dije a la Fundación que este movimiento tenía que estar en contacto con el antiguo. Lo hubo en Passio y en Oña. En Zamora, tenía que estar sí o sí. Mi sugerencia ha sido muy bien acogida por la Fundación, cuyo secretario Gonzalo es un forofo de este arte de ahora. De ahí la incorporación de artistas como Antonio López.

-¿Cree que Aqva marcará un antes y un después en Toro?

-Lo sabremos en noviembre. Ciudad Rodrigo quedaba lejos, en la frontera, y superó las expectativas. Desde entonces, no ha vuelto a ser la misma. Es de suponer que con Toro ocurrirá lo mismo.

-Toro es una ciudad con un patrimonio excelso, pero devaluada desde el punto de vista turístico. ¿Cuál es su opinión?

-Toro es una ciudad digna de ser visitada: de la Colegiata a las iglesias y sus bienes muebles.

-¿Deben hacer algo más las instituciones para potenciar la llegada de visitantes?

-Soy partidario de que la Iglesia, propietaria del patrimonio, se mueva y gestione sus bienes, con la ayuda y colaboración, no imposición, de las instituciones.