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The Rock manda mucho

Una comedia absolutamente estándar, sin riesgo y con algún gag divertido

The Rock y Kevin Hart.

Con la vista puesta en el público masivo, al que te pueden llevar las películas de acción y las comedias (o una mezcla de las dos), el luchador de wrestling americano, Dwayne Johnson (o The Rock), se ha convertido en uno de los actores más taquilleros del planeta. A veces a estos atletas reconvertidos en intérpretes se les achacan muchísimas faltas: de expresividad, de matices, de dicción. Al final, milongas: resulta que pueden llegar a ser unos actores estupendos: pienso en Schwarzennegger en "Desafío total", en Stallone en "Copland" o The Rock en la serie "Ballers" de la HBO (aprovecho para recomendarla).

Con "Un espía y medio" no hay mucha complicación. Una "buddy movie" de dos amigos que se reencuentran años después del instituto: uno era un marginado (The Rock) y ahora es un agente secreto de la CIA y el otro era un triunfador (Kevin Hart) y ahora es un oficinista gris. Su encuentro da lugar a una comedia absolutamente estándar, sin ningún riesgo y con algún gag divertido. Lo que al principio parece que se va a convertir en algo, con la aparición de The Rock como niño obeso y puteado, comienza a difuminarse en una sucesión de huidas que nunca funciona. Ni Hart ni The Rock acaban de casar y ofrecen dos personajes planos que solo arrancan con algún cameo interesante (magnífico Jason Bateman) o alguna secuencia de acción.

Frustra un poco que un filme que parecía que podría tener interés acabe en la lista de los olvidables. Marshall Turber, que dirigió las maravillosas "Cuestión de pelotas" y "Somos los Miller", se toma "Un espía y medio" casi como un producto alimenticio y deja la función en manos de una dirección plana y previsible. Eso sí, como le está pasando últimamente a The Rock con todo lo que toca, la película ha sido líder de recaudación en Estados Unidos.

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