"Impregnar de pintura el cuerpo humano sucede desde que el mundo es mundo, pero ahora es cuando menos nos decoramos el cuerpo". Bajo esta premisa, Aída Carballo, directora de un estudio donde imparte clases de maquillaje, instruye a sus alumnas con un mensaje de constancia y paciencia para abrirse camino en un mercado laboral duro e itinerante en el que "uno se tiene que mover mucho para poder vivir de él".

Desde hace tres años celebra un desfile de modelos como si de un concurso internacional se tratase, como colofón a los cursos que imparte. Con las mismas reglas. Con las mismas pautas. Y la misma exigencia que ha tenido a las diez alumnas pintando desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche, cuando comenzó el desfile. Un arduo trabajo que tiene su inicio en la protección de la cabeza de cada modelo con una "calota", la calva tradicional de látex o de "glatzan".

Diez maquilladoras con sus diez respectivos modelos -nueve chicas y un chico-, que casi aguantaron sin parpadear el suave trazo, con algún cosquilleo esporádico agradable, y el paso del pincel por sus cuerpos, como más de una confesó. Una larga jornada mientras sus carnes tersas y estilizadas -la mayoría son modelos profesionales- tornaban en colores vivos hechos de una pintura especial corporal, agua, color y "Fx" para aerografía (un producto que tiene mayor resistencia). "Cada modelo lleva encima una inversión media de 300 euros".

Una de las artistas es Paula del Casal, que se ha inspirado en un coral de mar para vestir la piel de su "partenaire". Pero su inspiración es algo rocambolesca. "Me imagino a un rey que quiere casarse con una mujer que ya estaba prometida con otro. Entonces él se enfada, la mata y la tira al mar, y así es como ella se convierte en coral. La sangre que le sale por las venas es su coral". La modelo que aguanta el roce del cerdamen es la gijonesa Silvia Rodríguez, que ostenta el título de "Miss España" mayor de 40 años. "Quería probar esta experiencia y cuando me lo propusieron no lo dudé porque me parece emocionante, aunque es algo cansado", señaló.

Con más energía lo sobrellevó el modelo avilesino Ángel Darío Menéndez Sevilla, el único varón del desfile, que también debutaba en estas lides. "Es una experiencia buena e interesante. Un modelo debe valer para todo, cuantos más estilos puedas mostrar en tu book más posibilidades tienes en el futuro", valoró mientras Tamara Espeso le transformaba con sus pinturas en un guerrero que se convierte en dragón. "Es por mi hijo. Le encanta la historia y fue quien me convenció para elegir el tema", explicó.

Con una luz tenue y una breve historia locutada, a modo de presentación del personaje, comienza cada aparición. El modelo sale a escena y desfila acompañado de un hilo musical "ad hoc" a la historia que cada maquilladora quiera transmitir con su juego de pinturas y unos tocados llamativos. Mujeres que se convierten en pájaros, retratos que saltan de sus cuadros o heroínas que buscan cambiar el mundo. La aparición de estos personajes pintados no excede de los dos minutos hasta que vuelven a desaparecer de forma efímera. Como el arte.