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Esa ausencia que todo lo cubre

Dos días después de la muerte de su inseparable Carmen Sánchez, el filósofo que reflexionó sobre el mito de la felicidad se dejó ir y pasó la última página

Esa ausencia que todo lo cubre

"Rasguños". Así se titulaba la sección de la revista "El Catoblepas" que firmaba Gustavo Bueno. No fue un rasguño lo que precipitó el adiós del filósofo sino una herida abierta que se hizo incurable con la desaparición dos días antes de su esposa, Carmen Sánchez Revilla. Sus vidas se apagaron con pocas horas de diferencia, un simple latido del tiempo: fue una ruptura casi sincronizada con una vida que quisieron y pudieron disfrutar en común. La felicidad es un mito, pero Gustavo y Carmen coleccionaron instantes felices. Y reían, cómo no iban a reír incluso en sus últimos encuentros cuando él había escrito "Ética de la risa".

Su caso no es único, aunque sí extraordinario, y se une a ese álbum emocionante de historias, casi siempre anónimas, protagonizadas por ancianos que no pudieron soportar la existencia sin la pareja con la que habían compartido la mayor parte de sus vidas. De vez en cuando aparecen en los medios de comunicación con gran facilidad para conmover: décadas de unión robusta que un día se cortan por la muerte de él o de ella, y ella o él deciden apearse del mundo también. Naturalmente. Lo han contado quienes fueron testigos de sus últimos días: el filósofo perdió a quien le había acompañado en lo bueno y en lo malo. En la salud cuando se hizo precaria, en la enfermedad cuando se volvió irreversible. El hombre del pensamiento poderoso y combativo se quedó sin esa mano que sostener, que le sostenía, esa mano que apretaba en los secretos de Niembro cuando su esposa tenía en la mirada la mejor vía para hacer elocuente el silencio. Carmen se fue y el hombre al que no le atraía escribir de amor dejó una prueba de haberlo conocido y entendido con su capítulo final. Bueno era don Gustavo para no dar su última clase a su manera. Y se dejó ir. Suave, valientemente.

El gran escritor y ensayista C. S. Lewis sufrió la pérdida de su amada Joy Gresham en 1960. Con su lucidez y rigor habituales, volcó toda su capacidad de reflexión en un libro prodigioso, "Una pena en observación". La historia fue llevada al cine en "Tierras de penumbra" con Anthony Hopkins y Debra Winger. Lewis, a diferencia de Bueno, era creyente, y sobrevivió a su mujer tres años, pero en las consecuencias hay una evidente hilazón. Escribió el autor de "Crónicas de Narnia" que "la ausencia es como el cielo, lo cubre todo". Y estos días en los que el cielo de Niembro está libre de nubes y es un lienzo de azules desbocados, una ausencia condujo a Bueno a esa tierra de penumbra donde la vida no tiene sentido sin una mano que acariciar, sin una risa que compartir.

Juntos para recoger el galardón de "Asturiano del mes". En mayo de 1997, Gustavo Bueno recogió "agradecido" el galardón "Asturiano del mes" que le había concedido LA NUEVA ESPAÑA para distinguir la trayectoria del filósofo y la excepcional acogida que estaba teniendo el ensayo "El mito de la Cultura". A su lado, como siempre, su esposa, Carmen Sánchez.

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