Gustavo Bueno volvió a la tierra en su tierra. La ciudad natal del filósofo, Santo Domingo de la Calzada, le despidió con una larga y emotiva ceremonia en el salón de actos del Ayuntamiento, acompañada por las palabras de sus hijos, sus nietos y su hermano Fernando y las notas de sus piezas preferidas de Juan Sebastián Bach.

Discípulos, amigos de la infancia y alumnos llegados de distintas partes de España despidieron al "maestro", retratado así en la definición escueta y certera de Belarmina Eguizábal, profesora asturiana de filosofía que junto a otros compañeros ha viajado esta mañana a La Rioja para despedirse del filósofo.

Esta tarde se celebró una ceremonia de despedida y, después, la comitiva se trasladó al cementerio de Santo Domingo, donde fue enterrado Gustavo Bueno, quien fue finalista del premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1989 y 1990 y recibió, entre otros galardones, la Medalla de La Rioja (1991) y la Medalla de Asturias de Plata (1990).

La idea fuerza de la permanencia del sistema filosófico instituido por Bueno, el materialismo filosófico, y la prueba de su vigencia en la inauguración, precisamente hoy, de la Facultad de Filosofía de León (México), inspirada en el paradigma, recorrieron un acto en el que Gustavo Bueno hijo quiso hacer sobresalir la "alegría" de dos vidas plenas, las de su padre y su madre, fallecidos con dos días de diferencia, sobre la tristeza de la muerte física. El secretario de la Fundación Gustavo Bueno, Tomás García, resumió la idea diciendo adiós al "filósofo del siglo" con un sentido "la muerte no es el final, todos sabemos que su filosofía es inmortal".

Bueno Martínez falleció ayer a los 91 años en Niembro (Asturias), donde tenía una residencia, dos días después de que lo hiciera su esposa, Carmen Sánchez Revilla.