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Amor de primera página

LA NUEVA ESPAÑA unió a Encarna y a Santiago en 1965 | En 1985 se dieron "el beso más famoso de las Piraguas", que repiten 31 años después

La pareja con la noticia "El beso más famoso de las Piraguas".

LA NUEVA ESPAÑA los unió para siempre y ahora el periódico vuelve a aparecer en la vida de Encarna y Santiago para recordarles lo mucho que se siguen queriendo. El pasado 6 de agosto, Encarna Álvarez, de 69 años, residente en París pero de vacaciones en Ribadesella, estaba leyendo el periódico cuando encontró una fotografía suya, tomada hace 31 años. No daba crédito: aparecía allí besándose con su marido, Santiago García, que hoy tiene 77 años. Estaba leyendo el artículo titulado "El beso más famoso de las Piraguas" firmado por Francisco José Rozada y los protagonistas, que no aparecían identificados, eran ellos. Resulta que el beso más famoso del Sella era, menuda sorpresa, el que ellos dos se habían dado. Encarna se enteró 21 años después. El día de la primera publicación de la imagen, el 4 de julio de 1985, no la habían visto.

En el artículo "El beso más famoso de las Piraguas" Francisco José Rozada (cronista oficial de Parres) comparaba la instantánea tomada el día del Descenso con uno de los besos más conocidos de la historia de la fotografía, el que firmó en la revista "Life" Alfred Eisenstaedt. En Times Square, Nueva York, aparecen el marinero estadounidense Gleen Edward y la enfermera Edith Shain. Él la coge por la cintura y ella se deja besar apasionadamente. Es el día del final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945.

Pero, al contrario de lo que les ocurrió a los protagonistas de la foto de Times Square (no eran novios, él la vio salir del metro, se acercó, la besó y luego cada uno siguió su camino), la historia de Encarna y Santiago continúa. Y curiosamente siempre con LA NUEVA ESPAÑA de por medio. Porque se conocieron gracias al periódico.

Era el verano de 1965. Encarna Álvarez, natural de Teverga, estaba visitando a una amiga en Ribadesella cuando vio a Santiago. Le llamó la atención su bigote. "Yo no conocía a nadie, sólo a una amiga que estaba en la playa de la Atalaya. Cuando llegué allí estaba hablando con dos chicos y los dejé a hablar, pero entonces vi a un bigotudo (Santiago) y le dije si me podía dejar un periódico porque él tenía dos. Pasóme LA NUEVA ESPAÑA pero me dio las hojas de las esquelas porque creía que era para sentarme sobre ellas. En vez de irse, se quedó conmigo. Y ya no nos separamos". A pesar de que ella tenía 18 años y él 25, aquello fue un "flechazo". Se casaron a las tres semanas. Tanta fue la celeridad que hubo que inventar algunas explicaciones. "Tuve que decirle a mi madre que nos conocíamos de antes", revela Encarna. Después de casarse, el matrimonio se fue de viaje de novios a Paris porque allí trabajaba Santiago. Allí se quedaron y allí residen hoy. Eso sí, todos los años continúan veraneando en su casa de El Cobayu, en Ribadesella. La misma que ellos mismos "arreglaron a su manera" y que "compraron cuando la última de sus cuatro hijos (Gonzalo, Santiago, Cristina e Isabel) terminó de estudiar".

Veinte años más tarde de su primer encuentro, LA NUEVA ESPAÑA volvió a juntar a Encarna y Santiago. En 1985, la crónica del XLIX Descenso Internacional del Sella firmada por J. R. Rodríguez iba acompañada de varias fotografías realizadas por Santiago García. Una de ellas mostraba a la pareja besándose. Encarna cuenta que cuando se realizó el retrato, ella y su marido estaban junto al puerto porque "Santiago había trabajado en la mar antes de conocerme y siempre que vamos a algún lado tiene que ver la mar". Sin embargo, los protagonistas no supieron que les estaban fotografiando ni tampoco que se había publicado al día siguiente. Cuando la vieron publicada de nuevo, a principios de este mes, Santiago casi ni se reconocía. En realidad, en un primer momento, ni se reconoció. Encarna: "Le dije: ¿viste esta foto? y me dijo: sí, bueno y ¿qué?, y no le dije nada. Al día siguiente, cuando me levanto y veo que está mirando la foto me dice: ¡pero si somos nosotros! Y yo: ya, hombre, ya lo sé". El matrimonio no tardó en ponerse en contacto con LA NUEVA ESPAÑA para responder a la pregunta que Francisco José Rozada formulaba en su artículo. "Llamamos para decir que seguimos juntos y viniendo a Ribadesella. Fue una ilusión tremenda", reconocen ambos.

Han pasado 51 años sin separarse, pero la pareja comenta que lo suyo fue "un flechazo que salió bien de casualidad". No han tenido una vida fácil, pero se quieren y dicen siguen juntos por que se conceden mutuamente "mucha paciencia" y porque quizás, "el estar solos en otro país te une más".

Aunque el relato pueda parecer una historia perfecta, su vida no ha sido un camino de rosas. El momento más duro sucedió hace cinco años. Gonzalo, el mayor de sus cuatro hijos, falleció a los 45 años a causa de un cáncer de pulmón, después de tres meses de sufrimiento. La frase que mejor describe el sentimiento del matrimonio la pronunció una vecina que les dio el pésame: "Cuando pierdes un padre eres huérfana, cuando pierdes un marido eres viuda, pero cuando pierdes un hijo no eres nada", comenta Encarna.

Su vida laboral tampoco fue sencilla. Tuvieron que trabajar mucho. Un grave accidente laboral impidió a Santiago volver a incorporarse a la fábrica de automóviles Renault. Un hierro impactó en su estómago y no pudo volver a cargar con materiales pesados. Pese a todo, el amor no se resquebrajó y salieron adelante "con mucho trabajo". Su situación económica mejoró cuando una amiga les ofreció ser los gerentes de un bloque de edificios de París donde trabajaron los últimos 20 años. "Ya no era trabajo duro", cuenta la pareja. Ahora ya están jubilados y su principal preocupación es disfrutar de sus nueve nietos.

Repetir la foto

Tras conocer la historia, LA NUEVA ESPAÑA les propuso volver a repetir la fotografía en el mismo lugar en el que se había realizado 31 años antes y el matrimonio no tuvo ningún problema. Es más, reconocen entre risas "pasarse así el verano", haciendo referencia al hecho de estar abrazados y besándose. Una vez que comenzó la acción, algunos curiosos no tardaron en preguntar si eran de Estados Unidos. En el momento de la foto, Encarna advierte a Santiago que "no se aproveche" porque aunque han pasado cinco décadas la pasión es la misma.

Los primeros momentos de este amor fueron pura efervescencia. Tras conocerse un 9 de junio se casaron el 3 de julio. Todo fue consecuencia de un malentendido. Encarna cuenta que "a los días de conocernos había una fiesta y yo trabajaba de niñera y no podía salir, y una amiga me dijo que él había estado liado con una sinvergüenza". Aunque luego se supo que todo era mentira, Encarna tenía un disgusto tan grande que no quería volver a ver a Santiago y, para solucionarlo, él redobló la apuesta: le pidió matrimonio, pero con la condición de casarse en septiembre y que no saliese durante el verano, a lo que Encarna se negó. "Con lo que me gustaba el cine iba a quedarme en casa", añade ella. Encarna no aceptó las condiciones, ni esperar ni recluirse. Solución: decidieron casarse e irse juntos a París.

"Si hubiera que volver a hacerlo haríalo otra vez", así resume Encarna Álvarez su vida en pareja. El matrimonio sigue viviendo en la capital francesa y disfrutan todos los veranos de su casa en Ribadesella. Para ellos, el pueblo es un lugar muy especial y ambos confiesan que van hasta la playa de la Atalaya para recordar el lugar donde surgió el amor, gracias a LA NUEVA ESPAÑA. Si alguien les pide el periódico, ya saben qué puede pasar.

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