Las nuevas damas llevarán este otoño vestidos largos y vaporosos que recuerdan a los trajes de sus inspiradoras victorianas. En realidad, en los meses que se avecinan todas las prendas se agrandarán. Los abrigos de tweed serán envolventes y de gran tamaño y las firmas de moda volverán a intentarlo por enésima vez con los pantalones de pierna ancha que aspiran a sustituir al pitillo. De momento, lo que está claro es el mutis por el foro de los leggins, al menos para salir a la calle.
Los tejidos ganan peso. El satén y la seda aparecen en vestidos y tops repletos de bordados y estampados que parecen recién sacados de un taller de artesanía de Bulgaria o Hungría. El furor por los brillos y oropeles trae el rescate de las lentejuelas, tan de los 80 ellas, con minivestidos, chaquetas y pantalones al tobillo que se cubren de estridentes "pailletes". Gucci, Moschino, Erdem y Dolce & Gabbana se apuntan a esta tendencia que se encuentra mucho más difuminada en creadoras como Stella McCartney, que presentó la colección otoñal en el majestuoso palacio Garnier de París.
La hija de sir Paul propone ropa sport, prendas acolchadas, faldas midi, telas metalizadas y estampados de cisnes blancos. La firma Maison Margiela se decanta por el terciopelo, una de las texturas favoritas para este invierno, que ya no se asocia a los atuendos de fiesta.
Por el día se mezcla con punto, algodón y lana. Prada es otra firma que lo emplea, especialmente en vestidos. Además, se seguirá llevando superponer varias capas de prendas de diferentes longitudes, esa práctica bautizada como "layering".
Las faldas plisadas metalizadas y los pantalones de rayas tipo "pirata" también triunfarán en la próxima temporada. Balmain los propone de talle bajo y con cinturilla. Los complementos se agrandan hasta el extremo.
