Hacer que la lectura de un epistolario se transforme en teatro es labor únicamente reservada para los valientes. No hay nada más estático que un lector del pasado. Uno lee y una lee. Y, entre medias, como en un redoble de conciencia, sucede el milagro. Lo explicó el otro día David Serrano, el director en la presentación de "Cartas de amor", el espectáculo cuyo estreno nacional acogió antes de anoche el teatro Palacio Valdés. "La obra sucede en la mente de los espectadores". Efectivamente. Ese es el poder del signo lingüístico, que diría Ferdinand de Saussure. Por la gracia de un juego mental: el relato episódico de una historia de amor de toda la vida se materializa sobre una escena en la que en realidad sólo hay un sofá con dos asientos y un bosque de luces que son como estrellas que se mueren en el infinito y más allá. "Cartas de amor" es una delicia que suma sobre sí misma un montón de delicias: dos actores superlativos (Miguel Rellán y Julia Gutiérrez Caba), un director que transmite naturalidad y congoja a un relato que derrite hasta a los inconmovibles y, sobremanera, un texto con treinta años de antigüedad y una sabiduría tan dulce que no caduca.

"Cartas de amor" es la historia de amor de una pareja de pijos WASP que se alarga durante medio siglo. Y es también el relato de la destrucción de la alta clase, del declive del imperio americano€ Gurney, el dramaturgo, ideó este drama siguiendo la línea que había marcado previamente en algunas obras suyas anteriores. Se llevó el "Pulitzer" y arrancó aplausos y ganas, en todos los actores anglosajones del mundo, de levantar un espectáculo tan sencillo y tan complejo como sólo pueden ser los que provocan congoja. Y este lo es. Antes de Miguel Rellán (Andy) y la Gutiérrez Caba (Melissa) la obra la representó Elisabeth Taylor y James Earl Jones, por ejemplo. La montaron sólo una vez para sacar dinero para la fundación de la Taylor contra el sida. Aquellas entradas se habían vendido a 250 dólares cada una; la taquilla superó el millón de dólares. Pero también la hizo Kathleen Turner, que se subió a la escena del Promenade de Nueva York y dio un golpe mortal al Off Broadway.

"Cartas de amor" es un drama muy para actores, pero no sólo porque la lectura facilita su trabajo, más bien porque los pone a prueba: ¿Podremos contar una historia intensa, pertinaz y dúctil sin levantarnos del sofá? Los actores son los nuevos brujos de la tribu y el bosque de lámparas como telón de fondo (la iluminación es de Ion Aníbal López), el fuego que calienta la caverna.

La obra cuenta la historia de dos norteamericanos de clase alta y sólo funciona si los personajes siguen siendo dos norteamericanos de clase alta. Uno de los aciertos de Serrano -el director y el versionista de la función- es mantener el contexto original de la historia. Da igual que Rellán y Gutiérrez Caba sean más castizos que Valle-Inclán€ Los dos actores leyendo las cartas de amor de la vida perdida son tan norteamericanos como Hillary Clinton. Y lo son porque son capaces y sobresalen empequeñeciendo el corazón de los espectadores. Cincuenta años que se resumen en el foco borroso que es el paso previo a los aplausos. Se los llevaron todos. En un mes, en los teatros del Canal, de Madrid. No se la pierdan.