Asunción Carandell, a quien sus amigos llaman "Ton", es la viuda del poeta José Agustín Goytisolo. Nacida en el seno de una familia de la burguesía catalana, esta maestra tardía era el principal punto de referencia y apoyo del escritor barcelonés, fallecido en 1999. Tiene una hija, Julia, junto a la que ha pasado unos días de descanso en Lastres, en compañía de su amiga Lola Lucio.

-¿Cómo tendieron usted y su marido puentes con Asturias?

-En los ochenta, Juan (Benito Argüelles, impulsor de Tribuna Ciudadana y del Círculo Cultural de Valdediós) nos invitó a venir. Se creó una magia maravillosa entre nosotros y Juan y Lola (Lucio, viuda del agitador cultural). José Agustín apoyó muchísimo el proyecto de Valdediós. Él estaba empeñado en crear un puente aéreo que uniera Oviedo con Barcelona. Cuando regresaba a Barcelona estaba con nuevos ánimos. Juan y Lola fueron importantes para él y daba mucha importancia a su actuación en Asturias.

-¿Como llega a Lastres?

-Vine con José Agustín a casa de Lola. Ahora he vuelto con Julia. Ha sido un viaje interesante, saludable y emotivo... también vuelvo renovada.

-¿Qué le evoca Asturias?

-Me evoca el recuerdo de José Agustín. Muchísimo, porque él aquí se sintió como en su casa. Y todos estos árboles tan altos, fuertes y sanos, que son verdaderos monumentos, me llevan a pensar que quizá esta humanidad depredadora no consiga eliminar la maravillosa naturaleza de la que dependemos. ¡Qué riqueza natural todavía la de Asturias! ¡Es un país increíble Asturias, increíble!

-¿Todavía?

-Todavía... espero que la naturaleza y la civilización sigan existiendo. José Agustín escribió un poema que dice: "No quiero que el Imperio Romano siga decayendo de esta forma". Y es justo lo que está pasando: el Imperio Romano y otros lugares están en las últimas. La gente tiene muy poco sentido de la universalidad y cuida muy mal su casita, la Tierra.

-¿Cómo se conocieron usted y su marido?

-A él lo expulsaron del Colegio de los Jesuitas y su padre lo matriculó en el de La Salle, donde estudiaba mi hermano Luis. Fueron a la misma clase y se hicieron muy amigos enseguida. Un día, yo miraba la procesión del Corpus y José Agustín, al verme, le dijo: "Mira, Luis, qué niña más mona". Y mi hermano contestó: "es mi hermana, es tonta".

-¿Es complicada la vida con un poeta?

-No hay que mitificar, ni a los poetas ni a nadie. Yo tuve una depresión muy seria, e incluso cuando nos casamos estaba deprimida. Así que más que la vida con un poeta habría que pensar en cómo es la vida con una persona deprimida. Él era muy familiar, muy cariñoso, muy responsable.

-¿Y el proceso creativo no influye en la convivencia?

-Yo ni me enteraba de que él era poeta. Un poeta no se sienta a escribir, sino que va guardando para sí mismo los poemas que le van surgiendo y van evolucionando en su cabeza.

-Él trabajó en el taller de arquitectura de Ricardo Bofill...

-Doce años. José Agustín fue, en muchos aspectos, el creador de todo lo bueno que hubo en el taller, junto con una persona extraordinaria, el arquitecto Manuel Núñez Yanowsky. Ricardo Bofill era una persona muy desagradable, que hizo mucho daño a José Agustín. Y eso que fue una especie e maestro para él. Pero Ricardo Bofill nunca se lo agradeció. Hay una tesis en la que se destaca el trabajo de José Agustín en el taller, su enorme creatividad y sus escritos cuando se presentaba algún proyecto. Él siempre decía que los políticos o son tontos o no tienen tiempo, así que hay que explicárselo todo muy bien, porque si no, no lo entienden.

-Su marido solo escribió dos obras en catalán. ¿Por qué?

-Su familia paterna, de ascendencia vasca, era castellanohablante. Al morir su madre, Julia Gay, perdió el catalán.

-¿Su decisión de crear la colección "Marca Hispánica", un ambicioso proyecto de traducción al castellano de obras escritas en catalán, demuestra su deseo de tender puentes?

-Exacto. Toda su vida hizo de puente. Madrid y Barcelona. Cataluña y Asturias. Cataluña y el resto de España. Cataluña e Hispanoamérica. España e Italia... Él quería que le nombraran "Enlace entre países hispanohablantes".

-Su marido transmitía imagen de revolucionario. ¿Lo era?

-Creo que sí. Aunque no fue comunista, colaboró mucho con el PCE, incluso ayudó a cruzar la frontera a algunas personas. Entonces el Partido Socialista, al que después José Agustín fue más "adicto", tenía poca presencia. Él adoraba las palabras, tenía el don de la palabra y con ella animaba, convencía de la necesidad de cambios sociales. Y con un sentido del humor increíble. También hablaba de libertad y nuevas perspectivas. Eso era ser revolucionario en aquella época, en que la gente estaba asustada y practicaba la autocensura, que todavía dura. También es verdad que por su clase social se podía permitir ciertas licencias. Una vez mi suegro se fue a la Policía y le dijo: "¡oiga, que mi hijo, Juan (mi cuñado, al que habían retenido) es un chico fantástico y muy buena persona...!" Eso el padre de un obrero no podía permitírselo.

-¿El periplo político de su marido acabó en el PSOE?

-Cuando llegó nuestra deficiente democracia, llena de dictaduras, él se fue desencantando.

-Decía que se consideraba traidor a su clase. ¿Ironía?

-No. Era un poco lo que sentía todo ese grupo. El padre de José Agustín era químico y tenía una fábrica, podría haberse enriquecido especulando con los precios de la energía, pero era muy honrado y no lo hizo. La familia de José Agustín vivía sencillamente, él se definía como nuevo pobre.

-En la poesía de su marido hay compromiso e ironía, pero también ternura. ¿Era él así?

-Sí, era muy tierno, demasiado desvalido para mis pocas fuerzas.

-¿Por qué cedió los fondos de su marido a la Universidad Autónoma de Barcelona?

-Siempre pregunto a la gente que me puede aconsejar bien. Éramos muy amigos de (Manuel) Vázquez Montalbán y como José Agustín siempre había hablado de crear una fundación, él me aconsejó que fuera a ver a Carme Balcells (agente literaria ya fallecida). Después de una reunión de unas tres horas, Carina Pons pensó en la posibilidad de una cátedra, que gracias a Carmen Riera, catedrática de Literatura Castellana, se creó en el 2001. Me pareció fantástico, lo de las fundaciones es muy complicado.

-Su marido fue amigo del poeta Ángel González...

-Sí. Ángel era funcionario en Madrid y en un viaje a Barcelona, Vicente Aleixandre le dijo que fuera a casa de Carlos Barral. Allí se conocieron. Ángel González se comportó aquel día de un modo extraño, no pronunció ni una palabra, y José Agustín, extrañado, le preguntó a Aleixandre que si era un policía. Le contestó que era un poeta buenísimo y que tenían que hacerse amigos. Así empezó su relación.

-Los críticos destacan la musicalidad de la poesía de su marido. ¿Era melómano?

-Le gustaba eran las canciones populares: Italianas, catalanas, castellanas, hispanoamericanas... no tenía ganas de ir a la ópera o a conciertos. Antes de entregar un libro a la imprenta, pasaba horas leyéndolo y rectificando hasta que le sonaba como quería. Le gustaban los tangos. Se sabía muchas letras y lo bailaba muy bien.

-¿Cómo fue el proceso creativo de "Palabras para Julia", que escribió para su hija?

-José Agustín iba a incluir el poema en su cuarto libro. Tenía mucha confianza como crítico en Juan Ramón Mas Oliver, de "La Vanguardia", y le leyó el libro. Cuando llegó a "Palabras para Julia", Juan Ramón le dijo: "No le puedes hacer esto a tu hija, es una barbaridad, piensa que tiene ocho años". No publicó ese poema en aquel libro, lo hizo en el siguiente. Tiempo después, fuimos a un concierto de Paco Ibáñez en Colliure. Julia y yo no sabíamos nada y de repente canta "Palabras para Julia". Mi hija empezó a llorar. Repetía: "¡Un aullido interminable, no!" Estaba obsesionada con esa frase. Por cierto que Carme Riera dice que el aullido interminable no es malo, porque el lobito es bueno. Pero Julia, como niña, lo tomó mal. Cuando se hizo mayor ya lo vio de manera diferente.

-Su marido decía que prefería que recordaran sus poemas a su nombre. ¿Era sincero?

-Lo decía en sus últimos años. Una vez, en un concierto en América, sonaba "El lobito bueno" y preguntó a alguien que estaba a su lado: "¿Esta canción, de quién es?" Le contestó: "¡huy, es muy antigua!". Él, en vez de desmentirlo, se quedó todo orgulloso.

-Su marido jugó al fútbol.

-Sí, era un futbolista muy rápido, pillo... desmoralizaba al contrincante con sus bromas e ironías. Una de sus equivocaciones fue dejar de hacer deporte, porque los intelectuales entonces consideraban que no había que ser excursionista, deportista... ¡gilipolleces!

-Había que pasarse la vida entre libros...

-Eso, y sobre todo con mucho tabaco, en sitios cerrados y discutiendo horas y horas. Una tontería, una equivocación: tiene que haber tiempo para todo.

-Tuvo usted un debate con Mario Vargas Llosa...

-Nos cruzamos sólo dos cartas: él había firmado públicamente algo contra Cataluña. No tenía razón. Si algo había en Cataluña era una gran deferencia hacia el castellanohablante; se publicaba mucho más que en catalán... A mi entender él y los demás firmantes, y la política engañosa en que se apoyan, juegan con la ignorancia de mucha gente. Como decía José Agustín, Cataluña es un país pasillo, en él ha ido quedando gente de todos los lugares. Al principio había razones para que saliéramos a la calle; los líderes catalanes tenían en parte razón pero, desgraciadamente, la perdieron: la sanidad, el conocimiento y la justicia creo que están peor que en otras comunidades.

-¿Derecho a decidir?

-Sería lo mejor. Debería aclararse qué tanto por ciento de catalanes quiere separarse de España. Estoy segura de que la gran mayoría no quiere.

-¿Cataluña y España son compatibles?

-Claro. Es como las personas, que no son iguales pero pueden entenderse.

-¿Cómo cree que su marido viviría estos momentos?

-Lo he pensado mucho... es terrible lo que estamos viviendo, y no sólo en Cataluña. Él hubiera hecho algo. No sé qué, pero algo. La gente se queja poco. En Cataluña, por ejemplo, es increíble con qué impunidad se privatiza la sanidad. Pero no nos quejemos, seamos crédulos y sumisos... todo lo arreglará la independencia.

-¿Cree que su marido estaría cerca de Podemos?

-Más bien sí. Tampoco es la solución, yo lo voté por no votar en blanco. El socialismo, que es lo que necesitamos, se ha desvirtuado; parece que la ideología es lo de menos.

-¿Se sintieron decepcionados con la experiencia socialista de los países del Este?

-Claro. José Agustín estuvo en la Unión Soviética y lo resumió en una frase: “No te puedes tomar un café donde quieras”. Estaba totalmente en contra y habló muy mal de aquel régimen.

-Hábleme de esa colcha bordada con las murallas de Ávila.

-Paco Todó me dibujó las murallas de Ávila -por el poema de José Agustín “Nocturno de Ávila”- en una sábana de lino antigua, muy gruesa. Dos veranos estuvimos dale que te pego con el punto de cadeneta bordando la colcha: José Agustín, que dirigía; yo, que repartía hilo; Blas de Otero, que lo hacía fatal; Rafael Sánchez Ferlosio, filosofando; mi hermano Luis, respirando con fuerza para no pincharse... Carmiña Martín Gaite fue la que más bordó, en nuestra finca de Reus, bajo los pinos, donde acabó de escribir “Entre visillos”. Jaime Ferrán y otros amigos pasaban y bordaban. La colcha estuvo muchos años en nuestra cama. Aún la conservo. Es muy bonita, pero está algo deshilachada.