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Un pensador irrepetible | Sus últimas horas

"Mi padre eligió el momento de irse"

Tras fallecer su esposa y "sin toda la lucidez mental", Gustavo Bueno fue "totalmente consciente" de que "la vida ya no tenía sentido", señala su hijo Álvaro

El entierro de Gustavo Bueno, el lunes, en Santo Domingo de la Calzada. ÁNGEL GONZÁLEZ

"Mi padre era totalmente consciente de que sin mi madre y sin toda la lucidez mental la vida ya no tenía sentido. Él eligió el momento de irse y el lugar desde el que irse. Nosotros, simplemente, respetamos su voluntad". Así resumió ayer Álvaro Bueno el último deseo de su padre, el filósofo Gustavo Bueno Martínez, fallecido el domingo en Niembro (Llanes), sólo cuarenta y ocho horas después de que muriera su esposa, Carmen Sánchez Revilla.

Gustavo Bueno, que estaba a menos de un mes de cumplir 92 años, no quiso seguir adelante sin la que fue su compañera durante más de sesenta años, y a la que consideraba su "dinamo".

El filósofo dejó claro a sus hijos que no quería ingresos hospitalarios, ni esfuerzos médicos para prolongar artificialmente su vida. "Nos dijo que nos olvidáramos de ingresos en el HUCA. Quería estar en Niembro, porque, lo mismo que mi madre, estaba enamorado de este pueblo, de Llanes y del oriente de Asturias", indicó Álvaro Bueno. Consideraba además su casa llanisca, situada en un cueto, entre un bosque de encinas y otros árboles autóctonos, pleno de vegetación, su más querido "refugio".

Durante los últimos días, Gustavo Bueno les reclamó a sus hijos varios de los libros que había publicado. Quería releerlos, repasarlos. De hecho, siguió leyendo y escribiendo hasta que falleció su esposa.

Álvaro Bueno rememoró el sufrimiento de su padre mientras su madre permaneció ingresada en el hospital del oriente de Asturias, en Arriondas, durante varias semanas. Mientras su esposa estuvo ingresada, el creador del materialismo filosófico se refugió en la lectura y en la música. "Se pasó un día entero entre libros y al siguiente escuchando música", relató Álvaro Bueno, quien resaltó la devoción de su padre por Johann Sebastian Bach, al que consideraba "lo más grande; esto es, el más sobresaliente músico de la historia. De ahí que en las dos ceremonias de despedida celebradas en la casa familiar de Niembro, en memoria de Carmen Sánchez Revilla y de Gustavo Bueno Martínez, sonaran piezas del compositor sajón.

Cuando por fin la vio de nuevo en casa, recuperó la sonrisa. Su hijo mayor, Gustavo Bueno, recordaba hace unos días, mientras velaba a su madre, como ambos se habían cogido de la mano apenas unas horas antes y la complicidad que se percibía cuando estaban juntos. Así las cosas las últimas semanas, mientras su esposa estuvo a su lado, Gustavo Bueno fue "muy feliz en Niembro", donde "siempre estuvieron ambos muy a gusto". Solo después de perderla se vino abajo. "Los últimos días estaba muy débil. Le costaba mucho concentrarse", resaltó su hijo Álvaro.

Tras la muerte de Carmen Sánchez, el autor de obras como "El mito de la cultura" o "La fe del ateo" se pasó un día entero en su biblioteca de Niembro, "con la ventana abierta, hablando muy bajito", indicó su hijo Álvaro. Era, según sus familiares, como si la vida hubiera dejado de tener sentido para el filósofo. Entonces pareció decidir que era "el momento de irse"; pero, eso sí, sin abandonar Niembro y sin visitar hospitales. Y nadie contravino su voluntad.

Siguiendo también sus deseos y los de su esposa, la casa familiar de Niembro, en la que ambos pasaron algunos de los mejores momentos de sus vidas, quedará para "uso privado", según desveló Álvaro Bueno.

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