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Hablando en serie

Ya llegó, ya está aquí: vuelve "Narcos"

La segunda temporada de la serie de Netflix se estrena hoy tras el triunfo de su primera entrega

Wagner Moura es Pablo Escobar.

La espera ha terminado. Hoy vuelve a la pequeña pantalla una serie grande. Su primera temporada lo fue y no hay que temer lo contrario porque detrás sigue el mismo equipo: Narcos. Ahora que se ha puesto de moda guerrear por un quítame allá ese "spoiler" (destripar una parte fundamental del argumento, vaya), es un alivio poder contar desde el principio lo que todo el mundo sabe: el protagonista de la historia muere al final. Tan es así la universalización del desenlace que incluso la promoción de la serie lo advierte sin cortarse ni un pelo. Pablo Escobar, el narcotraficante que levantó un imperio con las manos manchadas de sangre y droga, no sale vivo de ésta. Bang, bang, bang. Le echarán de menos su sicarios, amigos y familiares. Nadie más. Ni siquiera los guionistas porque ya se ha avanzado que posiblemente haya una tercera temporada siguiendo los pasos de otro personaje sangriento.

De la primera temporada sólo se deben escribir cosas buenas. Se le puede hacer algún reproche mínimo por algún personaje que no tiene la misma fuerza que el resto o por algún que otro olvido (no se menciona la importancia del periodismo valiente que plantó cara a los criminales, con un alto coste de vidas), pero lo que perdura en la memoria es la fuerza de las imágenes, el vigor de las interpretaciones (el brasileño Wagner Moura hace un trabajo memorable) y el ritmo perfecto que acelera cuando hace falta y se calma si es necesario para profundizar en los vericuetos policiales y políticos. A una altura similar a la italiana Gomorra en cuanto a guiones y sólo un poco por debajo visualmente hablando, Narcos mantiene en cada uno de sus episodios un nivel de notable alto con fogonazos sobresalientes, como el asalto a la prisión de lujo en la que vive Escobar con rehén de postín incluido, su enfrentamiento con algunos políticos osados o las astutas maniobras sirviéndose de cualquier artimaña posible para ganar batallas tanto a los agentes norteamericanos como a sus propios enemigos colombianos.

La BBC también se equivoca. Estamos acostumbrados a que todo lo que sale de la BBC sea perfecto. Por eso, cuando se supo que habría una nueva adaptación de Guerra y paz las expectativas eran enormes. Seis episodios tirando la libra por la ventana, con un realizador en alza como Tom Harper (Peaky Blinders, La mujer de negro: El ángel de la muerte) y con el prestigio de la cadena a la hora de llevar grandes obras maestras de la literatura a la pantalla. De hecho, la propia cadena había hecho en 1972 otra versión muy popular con un juvenil Anthony Hopkins. Por desgracia, en esta nueva mirada al novelón el reparto es muy irregular (sobremanera los intérpretes de Natasha Rostova, Pierre Bezukhov y Andrei Bolkonsky, hay otros veteranos que sí dan la talla) y la realización es tan pomposa como falta de vida, luciendo una bellísima fotografía por la que deambulan un montón de actores ingleses encarnando dolientes almas rusas. Y sale un Napoleón tan estereotipado que resulta casi cómico.

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