Más de cuatro horas de vuelo sobre el Cantábrico y el Canal de la Mancha, con una avioneta de un solo motor y sin apoyo marítimo ni aéreo. El piloto Manuel Antonio Díaz cogió ayer los mandos de su aeronave "Julliet" para iniciar un viaje inédito entre Asturias y la localidad inglesa de Newquay, en el Condado de Cornualles. "Esto es un reto personal y profesional. Piensas que sabes mucho de aviación y cuando preparas una ruta así te das cuenta de que en realidad no sabes nada", decía Díaz, minutos antes de salir de La Morgal -eran las nueve y media de la mañana- junto a su copiloto, Arturo Piñol. A las cinco de la tarde, y tras hacer una parada técnica en Francia, pisaron suelo inglés. "Ha sido una experiencia increíble; superó mis expectativas", aseguraba al otro lado del teléfono tras completar su sueño.

Hoy toca volver. "Si todo sale según lo previsto y no cambia la meteorología, esperamos repostar y salir para Asturias mañana mismo (por hoy)", comentaba este piloto, natural de Cornellana e instructor de la escuela Falcon Air Academy de Gijón. Los días previos a la aventura fueron agitados: mucha preparación y estudio. Todo con tal de divulgar la actividad aeronáutica y de revivir el espíritu aventurero de las travesías realizadas por los pioneros de la aviación.

"Aunque parezca sencillo, este vuelo tiene mucho mérito. Consultamos los archivos históricos y nunca se había hecho", señaló José David Vigil- Escalera, presidente de honor del Círculo Aeronáutico de La Felguera, con el que colabora Manuel Antonio Díaz. "Pasa por varias fronteras aéreas y vuela lejos de las principales autopistas marítimas. Y eso implica más riesgo", agregó Vigil-Escalera, que ayer asistió al despegue del "Julliet". Además, apunta Díaz, "nosotros vamos hacia al Norte y todos vuelan hacia el Sur".

El plan de vuelo pasaba por cubrir 415 millas náuticas que separan La Morgal del aeropuerto de Newquay. Con buena meteorología, se completan en unas tres horas. "La verdad es que está aquí al lado. El próximo fin de semana nos vamos a tomar unas pintas ", bromea Díaz. El viaje requirió más tiempo ya que hicieron una parada en la isla francesa de Ouessant, el punto que marca la entrada sur del Canal de la Mancha, para "dejar descansar el motor y estirar un poco las piernas". "Tantas horas en una avioneta es bastante agobiante, vas en tensión", reconoce Díaz. Y más con el equipamiento que llevaban: sobre el mono de aviación, otro más por si caían al agua. No hizo falta, por suerte.