La clausura femenina en la España del medievo poco o nada tenía que ver con lo que hasta ahora se nos había revelado. Ellas no respetaban la clausura y mantenían una vida activa fuera de los muros del convento llegando en algunos casos a conformar comunidades mixtas con laicos y capellanes en su mismo espacio de convivencia. "Salían habitualmente para visitar a su familia o confirmar donaciones, y también entraban laicos a las zonas de recogimiento", explica Raquel Alonso, profesora de Historia del Arte en la Universidad de Oviedo que participa junto a Laura Cayrol, becaria de Ficyt, en un proyecto de investigación que entierra algunos de los tópicos más extendidos sobre la vida monástica. El trabajo, liderado por el Institut de Recerca en Cultures Medievals de la Universitat de Barcelona, investiga desde una perspectiva de género cómo vivían las religiosas de la península entre los siglos XII a XVI.

Santa María de las Huelgas (Burgos) y San Pelayo (Oviedo) son los dos monasterios objeto del estudio universitario. Cuenta Alonso que en el medievo los conventos de mujeres necesitaban capellanes para asistencia sacramental. "En los más ricos llegaban a establecerse dos comunidades en la que los capellanes entraban también a las zonas de clausura", sostiene. Tampoco era raro que en estos monasterios llegaran a residir mujeres no religiosas. Raquel Alonso cita, por ejemplo, la figura de "la domina", una laica perteneciente a la familia fundadora de la institución monástica que gestionaba aspectos económicos del convento y llegaba incluso a imponer su autoridad sobre la madre abadesa.

"Es un tema muy poco estudiado en España", comenta la profesora de la Universidad de Oviedo, quien plantea como ejemplo de esas comunidades mixtas en el convento el de las Pelayas de Oviedo que convivían con la comunidad masculina del que se convertiría en el vecino monasterio de San Vicente. "Una vez separadas ambas instituciones, guardaron una relación de gran cercanía que es clave para entender algunos aspectos de la historia de los dos monasterios", destaca Alonso. Si bien era conocido que San Pelayo albergó una comunidad masculina en sus orígenes, la conexión con San Vicente no había sido explorada en profundidad, apunta la doctoranda Laura Cayrol.

Ambas investigadoras matizan que las cuestiones relativas a la laxitud en el respeto de la clausura y la cohabitación de comunidades de mujeres con capellanes afectaba sobre todo a las órdenes benedictinas y cistercienses y no a las más modernas: franciscanas y dominicas. No obstante, el hecho de que San Pelayo fuera un monasterio poderoso implicó una mayor intervención laica. Aquí la vida monástica estuvo más condicionada por el estatus social elevado de las monjas que por su condición de religiosas, concluyen las investigadoras.

La aportación de la Universidad de Oviedo al trabajo se centra en Santa María de las Huelgas, donde Alonso investiga aspectos como el edificio, el mobiliario litúrgico o la producción literaria que allí se realizaba; y en San Pelayo, donde Laura Cayrol recreará con medios digitales la evolución e historia del convento.