El Consejo de Patrimonio Histórico se reunió esta semana en el Centro Niemeyer de Avilés. Uno de los motivos esgrimidos para trasladar este órgano asesor a Asturias fue su coincidencia con el treinta aniversario de la declaración como Patrimonio de la Humanidad de los primeros tres monumentos del Prerrománico asturiano (Santa María del Naranco, San Miguel de Lillo y Santa Cristina de Lena), que se produjo el 6 de diciembre de 1985. La reunión de expertos terminó con un intercambio de aplausos entre los representantes de la Administración central y la autonómica porque, al parecer, se van a dar los primeros pasos para que San Salvador de Valdediós, el Conventín, sea también incluido en la prestigiosa lista de la Unesco.

Dado el cruce de elogios, debemos estar ante un enorme éxito en el ámbito de la cultura asturiana y española. En julio de 1985, Icomos, el comité que asesora a la Unesco en asuntos de patrimonio, emitió un informe que está colgado en la página web del organismo internacional en el que se dice que el Gobierno español le ha expresado su deseo de que otros tres monumentos sean incluidos en la lista. Se trata de la iglesia de San Julián de los Prados, la Cámara Santa de Oviedo y San Salvador de Valdediós. Indicaba el informe que esta petición añadida está plenamente justificada dentro del contexto del conocimiento del arte del Reino de Asturias y añadía que la estructura del Conventín es "muy similar" a la de San Miguel de Lillo, que estaba a punto de declararse Patrimonio de la Humanidad. Efectivamente, casi una década después, en 1998, San Julián de los Prados, la Cámara Santa y también la Foncalada habían entrado en la lista de la Unesco. Del Conventín de Villaviciosa nadie se volvió a acordar. Ahora, tres décadas después, dicen que de ésta va. Y eso, con toda la burocracia que el asunto requiere, quiere decir que acaso sea declarado Patrimonio de la Humanidad dentro de tres años. Si ha aguantado en pie más de 1.100 años, seguro que San Salvador de Valdediós podrá esperar un poco más.

¿Y por qué Asturias va a tardar tres décadas y tres años en darle el reconocimiento que se merece a uno de sus monumentos más emblemáticos, parte sustancial del estilo artístico que diferencia a esta región frente al patrimonio existente en el resto del planeta Tierra? Pues nadie de los consultados por este periódico sabe explicar cuál fue la razón del olvido. "Un papel que no se movió cuando tenía que moverse"... O algo así. Nadie sabe. Es lo máximo que llegan a balbucear. Misterios de la burocracia. Todos se pasan la bola.

Visto lo visto, ¿realmente tienen motivos los responsables culturales del Principado y de la Administración central para cruzarse tantos piropos ante este "logro" que se avecina para San Salvador de Valdediós?

Treinta años de tremenda desidia. Eso es. Treinta años de elocuente y vergonzante desidia. Treinta años en los que Asturias apostaba como señas de identidad -y con muchos millones de por medio- por edificios que llevasen la firma de Oscar Niemeyer o de Luis Moya (la Laboral), pero orillaban unos monumentos milenarios, de firma anónima pero no menos genial, que han llegado a nuestros días casi milagrosamente conservados. Treinta años en los que las aportaciones económicas al Prerrománico eran pura calderilla mientras, en la época de vacas gordas, a lo largo de década y media de bulimia inaugural, el Principado podía invertir entre 800 y 900 millones al año y el Estado destinar otros 1.000 millones anuales. Desarrollar un plan para el Prerrománico -para todos los monumentos- cuesta sólo 58 millones de euros. Pero sigue sin hacerse nada. Sigue la autopista junto a Santullano, sigue como sigue el entorno del Naranco, sigue sin plantearse un consorcio que lo gestione y potencie todo... Contentémonos: no se han derrumbado.

El olvido del Conventín de Valdediós pasa a engrosar el anecdotario sonrojante del Prerrománico, que va creciendo sin parar como aquel árbol que llegó a echar raíces en el tejado de San Julián de los Prados. Y los árboles no crecen de un día para otro. El olvido de Valdediós es el olvido de todo el Prerrománico, un arte perdido en una tierra de nadie: entre la Iglesia, el Principado y el Gobierno central. El olvido de Valdediós es el olvido de la propia identidad de una región cuyos gestores pensaban (¿aún lo piensan?) que en el terreno cultural Asturias iba a conseguir brillar con centros dedicados al arte contemporáneo. El mundo, por fortuna, está lleno de edificios curvos amueblados con manchas de Rothko y salpicaduras de Pollock, de "contenedores culturales" para que haga sus apasionantes performances Marina Abramovic o para que Tracey Emin deje su cama deshecha. Pero nadie tiene las pinturas de San Julián de los Prados, la contenida belleza del Conventín, Santa María del Naranco o Santa Cristina. Nadie en el mundo tiene esa historia que contar. Sólo nosotros. Sólo. Es el único producto cultural exclusivo que tenemos.