"Éste es el premio que he venido a buscar a Gijón". Nuria Espert, curtida toda una vida sobre los escenarios, mil veces transformada en otros, fue ayer más ella misma que nunca y no pudo evitar echarse a llorar en Gijón, en el homenaje que le brindaron las nuevas generaciones del teatro. Lo hizo ante diez alumnas de la Escuela Superior de Arte Dramático, a las que besó una por una, después de un montaje que arrancó más de una lágrima y una ovación cerrada de varios minutos.

La vida de Nuria Espert pasó ante los ojos del público en apenas tres cuartos de hora, desde sus inicios sobre las tablas hasta sus papeles más reconocidos, de mano de personajes como Julieta, Medea, Celestina, Lear, Nawal o Lucrecia. Un completo montaje en el que Begoña Quirós, Francisco Pardo y Ana Roces, profesores y artífices del espectáculo, quisieron intercalar también momentos de la vida personal de Espert, desde las dudas del inicio de la carrera hasta las personas importantes de su vida. "Lo tuvimos claro desde que supimos que le habían dado el premio, ya entonces empezamos a preparar el montaje y todas y cada una de las frases de la obra son suyas; hemos hecho una gran labor de investigación", señalaba ayer Francisco Pardo, aún emocionado con el resultado de la obra.

Nuria Espert sólo pudo entregarse al llanto porque "es la cosa más bonita que me ha pasado en la vida, me ha emocionado muchísimo porque he visto desfilar mi juventud, mis miedos. El guión es una belleza y las muchachas han estado soberbias; éste es el premio que he venido a buscar a Asturias", confesó entre lágrimas abrazada a las actrices. "Que te diga esto una grande como Nuria Espert, una maestra como ella, es increíble, indescriptible", aseguraba Sandra Fernández, una de las jóvenes promesas, parte del "gran talento que hay en esta escuela", como hizo saber la premio "Princesa de Asturias" a los responsables de la ESAD.

Y para dar fe, Espert dejó su firma en la placa que ahora dará nombre a un aula de la Escuela. Con una ovación.