"Que tus palabras satisfagan a todos, y tus hechos, a la mayoría", aconsejaba Quinto Tulio Cicerón a su hermano mayor, Marco Tulio Cicerón, para ganar la campaña electoral al Consulado en el año 64 antes de Cristo. Este manual -que ha llegado a nuestro siglo convertido en devocionario de "spin doctors" de la política- salió a colación ayer en la charla que varios profesores universitario mantuvieron en la Junta General del Principado con la clasicista Mary Beard. Quedó claro que las argucias del candidato y la candidez de los electores siguen siendo las mismas dos milenios después. Pero, también, todos los asistentes al acto pudieron comprobar que si algún político quiere aprovechar realmente la sabiduría de los romanos mejor le iría consultando a Beard que al hermano pequeño del elocuente autor de "Las Catilinarias".

Porque las enseñanzas que Beard extrae del pasado romano, reconociendo las trazas de crueldad evidente de aquel sistema, nada tienen que ver con los engaños del buscador de votos y sí con la búsqueda de caminos para revitalizar la democracia actual. La profesora de Cambridge respondió a preguntas de la catedrática de la Autónoma de Madrid y arqueóloga asturiana Carmen Fernández Ochoa; de la directora general de Universidades, Cristina Valdés; de Juan José García González, profesor de Filología Latina, y del catedrático de Constitucional Benito Aláez. Fue este último quien invitó a la profesora inglesa a abrir una reflexión sobre el concepto romano de ciudadanía. "La idea de los estados nación nos ha complicado la capacidad de entender la ciudadanía romana como algo incluyente", indicó Beard. Añadió que "era un principio romano básico que se podía ser ciudadano de más de un lugar sin que esto desafiara la lealtad" a Roma. "Se podía ser ciudadano romano y ciudadano de Atenas". Este concepto de ciudadanía de lealtades repartidas y no excluyentes, añadió la premio "Princesa" de Ciencias Sociales, permitiría combinar hoy en día la pertenencia a un país y a un ámbito político mayor como el de la Unión Europea. En este punto Beard indicó, al hilo la decisión del Reino Unido de abandonar la UE, que a ella le habían "cambiado las lealtades". "La visión romana de una identidad múltiple, de una pertenencia múltiple, es muy oportuna y algo en lo que podemos trabajar", añadió.

Beard es cautelosa a la hora de hablar de las lecciones que se pueden aprender de los romanos, pues la realidad del pasado no se puede trasponer directamente al presente y los romanos dejaban bastante que desear en algunos aspectos, advirtió. "Los romanos no eran majos, acometían conquistas brutales, cometían genocidios".

Pero hicieron aportaciones fundamentales. ¿Inventaron la globalización?, le preguntaron a Beard. No tanto, respondió. "En algunos aspectos Roma fue la primera comunidad europea". Lo que sí hicieron, añadió la clasicista, fue "aportar por primera vez la sensación de un mundo unido, un mundo que se comparte". Inventaron, gracias a las carreteras y los puentes, la idea del mundo como "lugar conectado".

La charla en la Junta abordó conceptos fundamentales. Benito Aláez enfrentó a Beard a una de sus declaraciones, en las que sostenía que la democracia es algo más que introducir papeletas en una urna. La profesora se reafirmó, pero matizó que votar es un bien innegable -"cada vez que metes una papeleta mejoran las cosas, es mejor que no hacerlo"-, pero a renglón seguido añadió que eso no basta. "La democracia es algo más. Un elector necesita saber lo que vota, tener información suficiente sobre lo que vota". Que existan elecciones "libres y justas" le suena a Beard a una "palmadita" que nosotros mismos nos damos para justificar la bondad del sistema. Para ella, que se siente "superdemócrata", reducir la democracia al uso de la urna es "simplista". Puso como ejemplo la situación en Estados Unidos, donde los dos candidatos demuestran que para aspirar a la presidencia "hay que tener mucho dinero o pertenecer a la familia correcta. No se puede decir que haya verdadera igualdad".

En un acto donde tanto se habló de política y democracia, ninguno de los representantes del Parlamento asturiano hizo pregunta alguna. Sólo tomó la palabra para interpelar a Beard el eurodiputado Antonio Masip. El resto fue silencio.