"Día tras día se les niega a los niños el derecho de ser niños". Así comenzaba el uruguayo Eduardo Galeano un poema que recitó en un programa argentino en el que hablaba de la infancia. Un verso que define bien la situación de 220 millones de menores que necesitan ayuda en todo el mundo. Para paliar esta situación, y poner voz a sus necesidades, Aldeas Infantiles SOS, la organización galardonada con el premio "Princesa de Asturias" de la Concordia, trabaja día a día en 134 países. Y eso es lo que explicaron ayer cuatro representantes de la organización.

"Los niños huérfanos son las personas más vulnerables. Están solos. Alguien tiene que luchar y levantarse por ellos", afirma Siddhartha Kaul, presidente mundial de Aldeas Infantiles SOS. Y eso es lo que hacen, levantarse por los que no tienen a nadie y darles protección y una familia. "Es muy importante que ningún niño se excluya de la sociedad. Los niños que no sean parte le la sociedad mañana serán marginados", dice. Y esto, a su vez, implicará que no haya "armonía" en la sociedad. Aldeas Infantiles cuenta con 573 aldeas repartidas por todo el planeta. Cada una está compuesta por varios hogares en los que viven las "Familias SOS", formadas por una madre, padre o ambos, y un equipo de profesionales. Éstas acogen a menores de todos los países, religiones y credos que necesitan una familia para poder desarrollarse. En total, atienden a 58.886 menores.

Según Kaul, hay que separar la política de la labor humanitaria. "Nosotros no estamos haciendo el trabajo de los gobiernos. Los gobiernos tienen la responsabilidad de cuidadar de los niños y de su infancia. Pero, por otra parte, la sociedad no puede quedarse callada. Nosotros somos parte de esa sociedad y nuestra contribución es diminuta. Hemos mostrado una muy buena manera de hacer y ofrecer un entorno seguro y de cuidar a los niños. Decimos a los gobiernos que nos copien y, si no pueden hacerlo, que nos den el dinero y nosotros lo hacemos. Sabemos como llevarlo a la práctica" afirma. Y Pedro Puig añade: "Es algo que siempre lo decimos: ojalá los países cuidaran a su infancia y nosotros no tuviésemos que estar". Pero, si no lo hacen, la sociedad civil actúa. "Somos 300.000 socios y donantes que nos ayudan, una red importante para ayudar a muchos niños", añade. Asimismo, Kaul afirmó que "no es justo" que un ser humano "sea privado de ayuda humanitaria por su color de piel, credo o lugar donde habite".

Las crisis humanitarias, siempre latentes en algún lugar del planeta, dejan especialmente mella en los menores. Muchos de ellos se han quedado sin padres, sin amigos. Sin patria. "Los niños están involucrados en el conflicto. No tienen armas en las manos ni están en la guerra, pero ni siquiera pueden ser niños. Todos los niños del mundo tienen el derecho de disfrutar de su infancia. Ahí es donde estamos fallando", dice el director mundial de Aldeas. Solo con el drama sirio, de los cuatro millones de refugiados que hay la mitad son niños.

No hace mucho que, a raíz de esto, salió en la prensa la noticia de que miles de menores se habían perdido o habían quedado en manos de las mafias con el drama de los refugiados. ¿Cuántos? No se sabe. Kaul explica que es difícil hacer un registro de estos menores y que, en los casos en los que los gobiernos acceden a hacerlos, también están envueltos de polémica. "Es razonable asumir que un número elevado de niños se han perdido en este tránsito -afirma-. Pero cuántos de ellos han acabo en manos de las mafias no se sabe. Eso sí, sin lugar a dudas hay niños que se han perdido. En situaciones de emergencia, el tráfico de personas es un hecho".

Y explica los problemas que rodean a este tema: "La ley europea establece que es necesario registrarte una vez que llegues a un país. Y a partir de ahí, no te puedes desplazar hasta que estés en situación legal. No obstante, muchos de estos gobiernos restringen el movimiento a las personas que llegan a estos países en tanto que solo les dejan estar en los campos. No les dejan moverse. Pero muchas de estas personas no se quieren quedar ahí. Quieren avanzar e ir hacia una sociedad más abierta. Y por eso no quieren formar parte del registro".

También han salido imágenes impactantes, como la del pequeño sirio Aylan, que apareció muerto en una playa turca. Para Kaul, éstas y otras fotografías que nos llegan no han abierto del todo los ojos de la sociedad, que todavía está "parcialmente ciega".

La situación en España

"Los países que más cuidan a su infancia son los que más calidad de vida tienen", dice Puig. Pero la responsabilidad -incide una vez más- no es sólo de los gobiernos. Es también de la familia y de los colegios. De "la tribu". En España, uno de cada tres niños vive bajo el umbral de la pobreza. Y el presidente de la organización en España tiene una forma sencilla de explicar lo que eso significa. Y es que una familia con dos niños menores de 14 años viven con 11,40 euros por persona y día. "Tienen cuarente y tantos euros para pagar todos los gastos. Y los niños lo están pasando mal. Un país que se precie no puede dejar que eso ocurra". También pide un aumento de la prestación por hijo a cargo de 24 a 100 euros por niño y mes.

Una de esas niñas que Aldeas Infantiles trató fue Raquel López. Llegó a la Aldea de Tenerife a los seis años junto a su hermana por decisión de los Servicios Sociales. Allí hizo una vida "completamente normal". Se levantaba, desayunaba, iba a un colegio público de la zona, se quedaba en el comedor, hacía sus actividades extraescolares, tarea, ducha, cena y a la cama. Lo que hacía cualquier pequeño bajo el seno de una familia acomodada. "No sólo me han ayudado desde pequeña, sino que me siguen ayudando hoy en día con muchos de mis problemas diarios", reconoce ella.

Pedro Puig explica que Raquel López estudió Administración y Dirección de Empresas, que estudió un máster en Polonia y que tiene un inglés que ya le gustaría a él. Y todo lo dice con ese orgullo y el pecho inflado que caracterizan a muchos padres cuando hablan de los logros de sus hijos.

María José González, madre SOS, considera Aldeas Infantiles como "una gran familia". González cuenta que, para crear ese ambiente familiar del que habla siempre Puig, es necesario tener ilusión. "Intentas darles cariño, protección, seguridad. Que se sientan cómodos en la casa. Que la sientan como si fuera suya". Detalles como que les dejen decorar sus habitaciones, participar en la elaboración de las comidas y los menús también ayudan a esto. Con esa ilusión y cariño, ha mantenido el contacto con sus pequeños una vez que han cumplido los 18. "Seguimos compartiendo momentos muy especiales: Navidades, vacaciones, cumpleaños? no es solo en la etapa en la que están allí de pequeños sino que va más allá. Y eso creo que es lo que le hace especial", dice González.

"Nosotros continuamos con los jóvenes una vez cumplen la mayoría de edad. Y más en estos momentos de crisis, que ni siquiera nos quitamos a nuestros hijos de encima cuando tienen 35 años", dice Puig entre risas. A lo que añade que espera que ellos les cuiden también cuando sean mayores.

Una de las "niñas" de María José está también en el proyecto -precioso, según Pedro Puig- que Raquel López ha puesto en marcha junto con otros compañeros de Aldeas. "Cuando empezó la crisis en España, en el año 2010, hicimos una estadística y el 52% de nuestros jóvenes estaban en paro. Anteriormente, el 95% estaban trabajando. Así que pusimos en marcha un programa de ayudas a los jóvenes para que pudiesen encontrar trabajo". Se trataba de un programa de emprendimiento y López fue pionera en ello. Ahora tiene una cooperativa con otras cuatro personas.

"Lo que han hecho Aldeas Infantiles por mí no dejo de agradecérselo día a día. Pero no sólo agradecer, no me puedo sentir más orgullosa de mí misma porque ellos siempre están diciendo que dignficamos su trabajo. Y eso hace que me sienta mucho mejor por ser quien soy", asegura López.