Colocar la alfombra azul a los pies del teatro Campoamor lleva su tiempo. Son varios tramos de tela y hay que encolarlos cuidadosamente para evitar dobleces y tropezones. Dos operarios se afanaban en la labor seis horas antes de que comenzara la ceremonia de entrega de los premios "Princesa de Asturias". Mucho antes que ellos ya había llegado a la puerta del teatro María Elena Fernández. Quería ver en primera fila a los que iban a pisar la alfombra. "Venimos a ver famosos?. y a los premiados ", afirmaba junto a una amiga que, como ella, también vive en El Entrego y ayer dejó las tareas del hogar para plantarse en Oviedo.

-¿Y saben quién son los premiados?

-¡Ay, fíu!, ahí me coges. Este año estoy un poco pez.

Su compañera le asiste con un recorte de LA NUEVA ESPAÑA que lleva en el bolso y a María Elena Fernández se le ilumina la bombilla. "Si claro, está el deportista este, la historiadora inglesa de la melena blanca, el hombre de las piernas de acero, el escritor, los de las ONG?".

La tribu de "grupis" de los Premios está formada principalmente por mujeres y entre ellas se preguntan por sus nietos. Su objetivo: estar lo más cerca posible de los Reyes. La primera aglomeración del día se registró ante el hotel de La Reconquista al mediodía, cuando estaba prevista la llegada de la Reina Sofía. Salió del coche, saludó al presidente del Principado y lanzó un tímido saludo a la multitud antes de pisar la mullida alfombra del hotel. "Ha sido muy rápido, pero me ha gustado verla", comentaba la joven Sabrina Harrak, venezolana de Maracaibo que está de viaje por España. Pepa Sanz, burgalesa que lleva 30 años en Asturias y que no se pierde una ceremonia de los Premios le iba indicando quien iba entrando por la puerta del hotel. Y la ovetense Purificación Rodríguez apuntaba los que consideraba que habían "robado" más o menos. Criticaba a todos, menos a Miguel Ángel Revilla, al que le dio un beso cuando pasó junto a ella, y a los miembros de la familia real. "En La Foz, en la entrega del premio "Pueblo Ejemplar de Asturias" de 2002, le dije al entonces Príncipe que eligiera una novia asturiana y dos años después, en Villar de Vildas, ya lo saludé junto a doña Letizia", presumía Rodríguez ante sus compañeras de valla. Luego vuelve a la carga: "Hay mucha apariencia y mucha fame".

Cerca de allí, en el paseo de Los Álamos, varios jóvenes repartían octavillas con el lema "no confundas cultura con fartura". Algunos las leían, otros las tiraban. "Con todo el dinero y proyección que generan los premios, siempre hay alguien descontento, como en mi tierra como los toros", afirmaba la catalana Alicia Martínez después de fotografiarse junto a Luis del Olmo, su "amor platónico". Con amigas asturianas Alicia Martínez vio llegar al hotel de La Reconquista a la Reina Sofía y no se movió de allí hasta que salió, seis horas después, junto con los Reyes Felipe y Letizia camino del Campoamor. Apenas un kilómetro de distancia que antes habían recorrido 29 bandas de gaitas y todos los invitados y premiados.

Frente al teatro llevaba esperando siete horas la entreguina María Elena Fernández y junto a ella miles de personas que no dejaban de aplaudir y que identificaban a los premiados con unos folletos con fotos que repartió la Fundación. Y tras la fuente de la Escandalera y un cordón policial, cientos de personas gritaban bajo pancartas suspendidas en el aire por globos con los colores de la bandera republicana en las que se podía leer "Fartones" y "Bienvenidos premiados, hasta nunca patronos". "Hay patronos de la Fundación que son responsables de la corrupción y de los recortes sociales", aseguraba Álvaro Villegas, premio fin de carrera de la Universidad de Oviedo que renunció a asistir a la audiencia con los Reyes. A su lado líderes de Podemos e IU. "Cada año el seto que rodea la plaza de la Escandalera es más alto, quieren anularnos", afirmaba con la bandera republicana como bufanda el langreano Xuacu de Hoyos.

Al otro lado del seto los jóvenes ovetenses Iván Sánchez y Hugo Artime eran los únicos abrigados con la bandera de España, "la nuestra", decían. Allí, junto a la alfombra, sólo se oían las gaitas amplificadas por la megafonía.