El gijonés Rafa Leafar (1977) es el organizador del X Congreso internacional de caricaturistas, que acoge estos días su ciudad natal. Estudió Bellas Artes en Bilbao, Inglaterra y Granada. Le ha interesado desde que era niño la caricatura, a la que se dedica profesionalmente en Madrid. Está considerado como un especialista en caricatura deportiva.

-¿Qué se hace en un congreso de caricaturistas?

-Pues, sobre todo, pintarnos los unos a los otros; nos tomamos como conejillos de Indias. Dividimos la sala y acotamos las paredes, que es donde vamos colgando nuestros trabajos. Y el último día votamos los mejores en las distintas categorías. Y, luego, hay un intercambio constante de técnicas, de la acuarela al digital.

-¿Por qué en Gijón?

-Porque soy de Gijón, aunque llevo veinte años fuera. El último se hizo en Frankfurt. En España se llegó a celebrar en Málaga y Gerona. Algunos de los participantes han tenido que coger tres aviones para estar aquí.

-¿Qué diferencia a un caricaturista de otro artista?

-Nos ve con buenos ojos, porque hay mucha gente que tiene la imagen de que somos más bien personajes bohemios, jipis que andamos por el paseo marítimo o la plaza mayor. Estamos cubriendo algún evento y siempre hay alguien que nos pregunta si vivimos de esto. Y dentro del mundo artístico tampoco se nos tiene en mucha consideración, aunque yo pueda ver más arte en (Joan) Vizcarra, el de "El Jueves", que en la mitad de los pabellones de Arco. Uno de los motivos de este congreso es el de reivindicar el arte y la tradición de la caricatura.

-¿La caricatura es siempre resultado de una contemplación deformante?

-Sí, aunque intentamos que no se pierda el parecido con la persona caricaturizada. Ha de existir esa semejanza con el modelo, pero desde una distorsión o exageración; hay que retorcer y exprimir el limón.

-Hay siempre un punto de deformación...

-Una deformación de los rasgos físicos. Está la gente que piensa que les vamos a sacar sus defectos, que si tiene la nariz grande le vamos a dibujar una barra de pan. No se trata de eso. La caricatura hay que hacerla con humor, pero también con amor. No se trata de hacer algo ofensivo, hiriente; más bien lo contrario.

-¿Qué cualidades tiene que tener un buen caricaturista?

-Tiene que ser fino, bueno. Todos empezamos en una disciplina y, al principio, somos unos paquetes.

-Supongo que deberán ser, por ejemplo, buenos observadores...

-Sí, observador, con capacidad de síntesis; hay que buscar la esencia. Lo que ocurre es que hay tendencias. Están esas caricaturas digitales, muy relamidas. A mí, en cambio, me gusta más el retrato gestual, a partir de cuatro trazos.

-¿Y cómo están cambiando las nuevas tecnologías la tradición de la caricatura?

-Hay quien te dice que si le vas a dar el original, el hecho con la mano. Les respondo que en la tableta también dibujo con la mano, no con el pie.

-¿Hay personas que son más fáciles de caricaturizar?

-Sin duda, depende de los rasgos. (Eduardo) Punset dice que la belleza está en las simetrías. No es lo mismo que te llegue un Mortadelo que una chica armoniosa.

-¿Las simetrías son mal negocio para los caricaturistas?

-Preferimos gente con rasgos destacados, que los veas. Hay personas anodinas, que no te dicen nada.

-Destacan la presencia en este congreso del caricaturista belga Jan Op De Beeck. ¿Por qué?

-Es el Cristiano Ronaldo del oficio. Es alguien increíble, un caricaturista que domina todas las técnicas: acuarela, grafito, digital... Es un fuera de serie, tanto para mí como para todos los que nos dedicamos a la caricatura.

-¿Y a qué caricaturistas españoles admira?

-Cuando era un guaje, mi primer contacto con la caricatura fue a través de LA NUEVA ESPAÑA, en casa de mis abuelos, con un caricaturista increíble: Pablo García, que sigue al pie del cañón y ha tenido una gran evolución. Después vino Juan Albuerne, que me admiró por los trabajos que hizo para la "Guía indiscreta de Gijón" (de Fernando Poblet). Después llegó "El Jueves" y el maestro Vizcarra.

-¿Era ya ese tipo de niño que se pasaba las clases dibujando a los profesores?

-Así era, el típico que llevaba todos los capones de los curas en el Codema (Corazón de María). Tiene gracia, porque me expulsaron algunas veces por esos dibujos. Sin embargo, hace un par de años me llamaron para que hiciera caricaturas de algunos de ellos que se jubilaban.

-¿Qué harán mañana, viernes, los congresistas en la terraza del Café Dindurra?

-Es una actividad única. Saldremos a la calle y pintaremos a la gente, como en Montmartre. Queríamos un sitio céntrico y un café con solera. Si hace buen tiempo, dibujaremos fuera y si llueve, dentro.