Si se reestrenara El proyecto de la bruja de Blair (1999) nos hubiéramos ahorrado tiempo y dinero. Blair witch es lo mismo pero con el título más corto y alguna explicación de más sin demasiado interés. A ver: no es un bodrio como las secuelas pero es una cinta innecesaria, una simple puesta al día de aquel título que, sin ser la octava maravilla del mundo, al menos aportaba un nuevo punto de vista al cine de terror con el mal indefenido cuando no oculto. Pero, sobre todo, por sus marcas estéticas. Ya sabes, la cámara en mano rodando imágenes falsamente reales como si de un material auténtico se tratara. Por desgracia, los malos imitadores convirtieron en poco tiempo esa argucia en un cliché, una broma pesada en demasiadas ocasiones. Blair witch aprovecha los avances tecnológicos para volver a contar la historia usando la misma planilla y sin aportar nada que se pueda considerar nuevo. Así que se puede considerar cine innecesario pero no inútil pues a los que no vieron la primera película les puede animar a conocer de primera mano el original y a los que lo admiran les puede servir como ejercicio de odiosa comparación.

Wingard es un cineasta competente y con ideas propias pero aquí se limita a seguir los pasos de la madre de todos los miedos borrosos, librándose solo de los corsés en un tramo final inquietante que compensa una primera parte más bien aburridilla.

Por cierto, Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, responsables de la bruja inicial, no han vuelto a dirigir nada que valga la pena, así que podría concluirse que el suyo fue un éxito con mal de ojo.