La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

FRAN SARIEGO | Actor

"Como mis personajes, soy muy raro, y me lo dicen a veces cuando me comporto normal"

"Tuve un parón de año y medio por pérdida de cartílago en la rodilla, con tres operaciones y gimnasio, y salí mejor actor"

El actor Fran Sariego, en La Calzada, Gijón. ÁNGEL GONZÁLEZ

El actor Fran Sariego (Langreo, 1972) viene de un episódico en la serie "Centro médico" y da esta semana un curso en Mieres con Carmelo Gómez en torno al teatro de García Lorca. Ha hecho series y películas pero su carrera ha tenido más continuidad en el teatro. Ahora gira a lo audiovisual. Está encantado con su nueva agente, de 28 años. "Tengo muy buenas vibraciones sobre la suerte de esta empresa juntos, pero la continuidad no es sencilla".

-¿No se lo advirtieron cuando estudiaba en el ITAE?

-Etelvino Vázquez decía que para qué hacíamos teatro si íbamos a acabar de cajeros de Alimerka.

Hijo y nieto de mineros, descubrió el teatro en el Instituto Jerónimo González de Sama.

-Chusín, el catedrático de Literatura, escribía teatro y en COU nos dirigió en un vodevil suyo.

-¿Por qué entró en el grupo?

-Por inadaptación al sistema. No cuadraba en ninguna parte. Se llevaba la "generación X" y para mí era raro vivir el día a día en la Cuenca. Sentía mentalmente que formaba parte de otra cosa que no tenía definida. Cada adolescente estaba perdido a su manera. La función fue inspiradora, el gran salón de actos lleno de compañeros que no fueron crueles y la acogida espectacular...

-¿Sabía qué iba a hacer después? Universidad, mina...

-A la mina ya no se accedía. Si se me hubiese ocurrido, mi padre me lo habría quitado de la cabeza. Pensé en hacer Arte Dramático en Madrid, que daba miedo a los 18 años, o en el ITAE de Gijón. Nunca había hecho nada semejante a cantar o a una prueba de precisión mecánica con el cuerpo. Era un topo, un sujetabarras que no había bailado en mi vida.

-¿El primer año?

-De adaptación. Etelvino te lo hacía fácil y difícil, pero siempre te recordaba que a lo mejor tenías que coger la puerta de salida. Quedé por mi persistencia. Soy tímido y no tenía nada que ver con expresar las emociones, el erotismo, la alegría, cosas básicas para desatar el organismo...

Hizo teatro de calle con "Margen" en Galicia y en Dortmund (Alemania), "en furgoneta, inolvidable". Acabó la carrera.

-En casa tenía comprensión y apoyo. No quería ir a Madrid a hacer fortuna y fama. Fui en 1997 para vivir de la profesión después de tres años de aguantar aquí.

-¿En qué condiciones?

-Ahorré como una ratilla durante cuatro años y llevé una pasta, 2.400.000 pesetas que no necesité. Entré en la Compañía Nacional del Teatro Clásico, llamado por Roberto Alonso, que había sido profesor mío. Trabajaba en dos funciones, decía media docena de frases y entraba en contacto con la profesionalidad bien pagado. No tenía el mejor personaje, pero...

-Pasó al teatro comercial.

-Con los Larrañaga, con Silvia Marsó, gente afín a la televisión, y hacíamos giras eternas. No conocí la crisis hasta hace dos años.

-¿Cómo fue?

-Hice mil y pico funciones de "Toc, toc", que lleva ocho años en cartel. La dejé por unas pérdidas de cartílago en la rodilla que me hacían muy dolorosa la función diaria porque siempre tenía que estar en espacios altos, saltando...

-¿Está recuperado?

-Mucho. Tuve tres operaciones con un doctor de Avilés, más gimnasio. Me paró año y medio.

-Los actores son cuerpo. ¿Pasó miedo?

-Sí, inseguridad de volver a sentirme hábil.

-¿Dónde pasó ese parón?

-En Asturias, con mi madre. Antes de empezar "Toc, toc" había tenido otra parada de un año.

-¿Por qué?

-Estaba trabajando con la compañía de Blanca Marsillach cuando mi padre enfermó de un cáncer sin esperanza. Me enteré, lo dejé y vine. No dudé respecto a qué va por delante. Pasamos todo el tiempo juntos. Era muy buena gente y se lo debía. Lo hice contento. Murió hace seis años.

-¿Cuándo salió de la rodilla?

-Hace menos de un año. Volví paulatinamente, tardé en buscar casa en Madrid, empecé yendo temporadas cortas. Me costaba volver a una forma de vida que había pasado. No se viven las situaciones con la misma alegría que a los 25 años. La itinerancia y la espera se vuelven más duras.

-¿Qué quisiera hacer?

-Trabajos con un punto de pasión. Estoy atrapado por el cine y por interpretar lo más cerca posible de la verdad.

-En "Aquí sin paraíso", de José Antonio Quirós, tres capítulos para TPA y largometraje, ¿se sintió orgánico?

-Ahora trabajamos con unos medios lejos de lo aconsejable, pero es un laboratorio de experimentación. Está pasando en general. La tele que hice la semana pasada es guerrilla. Pero hacer un protagonista, estar en todas las escenas, es una maduración impresionante. Había hecho otro protagonista con Quirós, pero ahora soy más consciente. Cada vez que he vuelto de un parón me he sentido mejor actor.

-Los actores necesitan autoestima y autocrítica.

-Tiendo a fustigarme, al pesimismo que lleva a la tristeza. Soy depresivo casi como mecanismo de trabajo. Cada actor ofrece unas características y a una edad la gente sabe qué quiere de ti. Mis personajes son un poco al límite, asesinos, raros...

-¿Usted se ve raro?

-Soy muy raro. A veces me comporto normal y me dicen "qué cosas más raras haces".

En Madrid vive solo; en Asturias, con su madre y, a veces, sus hermanas y sobrinos.

-La soledad es inevitable. Tiene cosas buenas y malas. La soledad puede ser aplastante, lo es y antes no la sentía así.

-No es una soledad elegida.

-No, aunque no me vendería al mejor postor. La soledad sólo deja de serlo cuando te sientes bien acompañado. No soy muy tendente a la pareja. El universo femenino lo viví con demasiada alegría en la juventud y ahora... joder, qué difícil, no sé cómo llamarlo.

Compartir el artículo

stats