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Un camino entre pucheros

Parrilla en El Mazucu

Fernando Meré es el alma del bar El Roxín, un local donde las carnes - de la zona y los platos más tradicionales son los reyes de su cocina

Fernando Meré, a la entrada del pueblo de El Mazucu, al fondo. ANA PAZ PAREDES

Quienes gustan de conducir por carreteras comarcales asturianas disfrutando del paisaje que a ellas se asoma y teniendo como destino lugares que, a buen seguro, nos harán felices tanto espiritual como gastronómicamente hablando tienen una cita obligada con la carretera que lleva hasta el pueblo de El Mazucu, siguiendo primero la AS-115 y finalmente la LLN-7 que lleva hasta este lugar de Asturias donde la montaña recibe al viajero con su abrazo inmenso, con la infinitud de su horizonte y con la historia que, en este caso, recuerda que allí tuvo lugar una de las batallas más cruentas de la Guerra Civil.

Así lo señala Fernando Meré Abuela, propietario y alma del restaurante parrilla El Roxín, paisano afable donde los haya y querido tanto por sus vecinos como por sus clientes habituales, algo que se percibe enseguida en el trato directo que tiene con todo el mundo. "Aquí hay muchos rastros de la contienda. Junto a mi local hay la carcasa de uno de los proyectiles que no estallaron, y la campana de la capilla del Santo Ángel, que está a la entrada del pueblo, está hecha con otro", afirma este hombre, que es un enamorado del lugar en el que vive.

Tras trabajar en la construcción y reponerse de una lesión en una rodilla, decidió hace 18 años que pondría en su pueblo un bar parrilla, lo que llevó a cabo en la que fuera la casa familiar tras realizar las obras pertinentes. "Estuve tres meses en Argentina y allí me hice con el manejo de la parrilla", dice Fernando. Luego, en el año 2006, abrió su fábrica de embutidos.

Además de la parrilla, el mérito de la cocina de este lugar se debe también a las buenas manos que ante los fogones tienen su mujer, Manuela Fernández López, y su sobrina María Josefa Amieva Meré. Ellas son las artífices de platos tan exitosos como la fabada con pantruque, emberzáu, chorizo y panceta; la sopa de hígado, las croquetas de jamón caseras, el picadillo o una sencilla y siempre reconfortante sopina de pollo, por decir algunos ejemplos. Eso sí, el rey de los platos de este local es el chuletón de buey, que tan bien corta y prepara Fernando y que suele oscilar entre los 700 y los 1.300 gramos. No faltan las costillas de cerdo, el cabrito guisado, un buen solomillo, pollo a la parrilla, lomo casero o unas chuletinas de cordero, en el apartado de carnes, todo elegido de la carta, pues no tienen menú.

En este bar familiar quienes se encargan de la barra y el comedor son la hija de Fernando y Manuela, Lidia Meré y su marido, Rafael Campillo. Ellos son los que, además de los anteriores platos citados, también ponen ante su clientela en la mesa el bacalao a la vizcaína o las raciones de chorizo casero, boronu, calamares, cecina, quesos, callos, tablas de embutidos y quesos. En postres hay tarta de nuez, de queso, tarta El Mazucu y arroz con leche, entre otros.

Frente a El Roxín -nombre con el que Fernando Meré rinde homenaje a su padre, que así era apodado- están la peña El Cantu, Los Resquilones, el alto de La Torrería, el Cuetu el Sal, La Llorosa, el Cantu de Medas y hasta Peña Blanca. Todo un espectáculo para disfrutar antes o después de comer en este lugar tan auténtico, al que siempre apetece volver.

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