Es hermosa, pero no ayuda a traer a nuestros hijos. La creencia popular establece que los cambios de fase lunares o el propio satélite influyen en los partos. Resulta llamativo que esa afirmación sea sostenida incluso, numerosas veces, por profesionales sanitarios. Pero lo cierto es que no existe ninguna relación probada entre la luna y los alumbramientos. Y tampoco hay ninguna justificación científica que pudiese insinuarla.

Numerosos estudios han concluido que no existe ninguna correlación estadística que vincule picos en los partos en los hospitales con los ciclos de nuestro satélite. Por ejemplo, un trabajo efectuado por enfermeras y matronas de la Escuela de Enfermería de Albacete constató que ni la luna influía en el número de alumbramientos ni lo hacía la presión atmosférica, contradiciendo dos creencias extendidas.

Únicamente algunos estudios realizados a mediados del pasado siglo detectaron un incremento del 1 por ciento en los partos durante la luna llena en Nueva York. El análisis más completo, realizado en 2001 por el Centro Nacional Estadístico de Salud de Estados Unidos, computó 70 millones de partos para concluir que no existe ninguna evidencia de relación entre el ritmo de nacimientos y nuestro satélite.

Los trabajos que creen hallar una correlación entre partos y fases lunares, son pocos y, encima, contradictorios. La mayoría no detecta ligazón alguna, y tampoco entre la Luna y otros fenómenos que vulgarmente se le vinculan: accidentes, suicidios, crímenes o alteraciones psicológicas. Ni siquiera hay pruebas de que una "superluna" como la de esta noche desencadene terremotos o tsunamis, pese a que la influencia gravitatoria del astro es mayor al hallarse más cerca de la Tierra.

Sin embargo, algunas "verdades" populares se mantienen pese a permanecer indemostradas o rotundamente falsas. La creencia está extendida en todo el mundo. Algunos argumentos seudocientíficos sostienen que, dado que las tres cuartas partes de nuestro cuerpo es agua y la Luna influye en las mareas, su influjo también debe afectarnos. Pero el efecto de la Luna es gravitatorio, y actúa sobre la materia con independencia de que se trate de agua o de cualquier otra sustancia (de hecho el satélite ocasiona mareas terrestres). Así, en esos mismos términos, la influencia gravitatoria de la Luna en una persona es comparable a la que puede ejercer una furgoneta aparcada a nuestro lado, como puede comprobar cualquier estudiante.

Es posible que la creencia popular nazca de la también supuesta relación entre el ciclo menstrual de las mujeres y el de la Luna. Es pura coincidencia aproximada en el número de días. En muchas culturas, nuestro satélite ha estado relacionado con la feminidad. Pero lo cierto es que tampoco hay ninguna influencia astronómica en la menstruación.

Pese a todo, el mito persiste, alimentado en ocasiones incluso por los profesionales sanitarios. Se trata más bien de un claro ejemplo de lo que se denomina "sesgo cognitivo". El ser humano tiende a reforzar sus suposiciones con los datos que confirman su hipótesis y descarta los que la contradicen: igual que ocurre con los horóscopos.

Basta un pequeño cálculo para estimar que si una parturienta da a luz en el día de cambio de fase lunar o el inmediatamente anterior o posterior (algo que podría considerarse como debido al ciclo del satélite) supone ya 12 días en los que cabría atribuir falsamente a fenómenos astronómicos el alumbramiento. El ciclo lunar es de 28 días, con lo que casi la mitad de los días darían pie a que los partos se relacionasen erróneamente con un cambio de ciclo. Eso justifica el sesgo: aquellas parejas que se hayan puesto de parto en alguno de esos días creerán que se ratifica la creencia popular y se pondrán como ejemplo para ratificar la supuesta "evidencia estadística". El resto, simplemente olvidará el dato.